Los ogros
El término ogro parece provenir del Orco romano, que era una divinidad de la muerte y del infierno. Los ogros aparecen como seres selváticos y agrestes, antropófagos, feroces, aunque con escasa inteligencia pues pueden ser engañados con cierta facilidad por el ser humano, con el que también acostumbran a tener relaciones sexuales. Por su fuerza y ferocidad, los ogros son seres salvajes y cazadores, por lo que se relacionan con los animales carniceros y depredadores como lobos y osos. Esto cuadra con su frecuente residencia en cuevas y lugares intrincados (los castillos de los cuentos), con su agilidad y rapidez (calzan frecuentemente las botas de siete leguas) y su capacidad para transformarse en animales.
Por otra parte, representan al homínido selvático y asocial, al margen de las normas de la civilización, como los basajaunak vascos. Por ello, a menudo se los confunde con gigantes, con genios o con seres como la hidra.
Las ogresas (u ogras) en cuanto a sus connotaciones sexuales agresivas, tienen un componente peculiar que las relaciona con las brujas. Su feroz catadura, unida en ocasiones a una singular belleza, su insistencia en buscar las relaciones sexuales y su identificación en mayor o menor medida con las fieras las convierte en señoras de amor, de vida y de muerte. Rodolfo Gil afirma que recuerdan a la Dama de las Montañas, la Potnia Theron, característica del Neolítico mediterráneo, y relacionadas quizás con prácticas sangrientas y dionisíacas vinculadas al culto a la muerte.