Actividad de comparación sobre elementos formales.
En obras épicas de distinta procedencia,
aparecen reiteradamente una serie de elementos formales. Los más
significativos probablemente sean los epítetos épicos, pero también se repiten
rasgos estilísticos como metáforas o comparaciones o incluso motivos temáticos
recurrentes. Lee los fragmentos que vienen a continuación prestando
especial atención a la lo que está en negrita. Después rellena este cuadro con un epíteto épico, una comparación y un motivo temático indicando en qué ámbito se dan. |
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Obra |
Ámbito cultural |
Epíteto épico |
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Comparación |
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Motivo |
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Fragmentos:
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«¡Tú eres [sabio], Enkidu, eres como un dios! ¿Por qué con las criaturas silvestres vagas por el llano? ¡Ea!, deja que te lleve [a] la amurallada Uruk, al santo templo, morada de Anu e Istar, donde vive Gilgamesh, perfecto en fuerza, Y como un buey salvaje señorea sobre el pueblo».
Ramayana: |
Cuando vio a su amiga en tal situación, Saramá, tratando de consolarla, con voz emocionada por el afecto, le dijo: "Djanákida de grandes ojos, no sumas tu alma en esa desesperación. Es imposible que hayan sorprendido durante el sueño a ese Rama que lleva la ciencia en el alma. Has sido fascinada por una ilusión, obras de un terrible encantador. Destierra tu tristeza Sita. La felicidad va a renacer para ti!"
Mientras la buena rakshasi hablaba así con Sita, oyó un ruido espantoso de ejércitos que chocan y al distinguir el sonido de los timbales, golpeados con furia, Saramá le dijo dulcemente: "¡Escucha! El temible timbal que convoca a los bravos a la lucha y que hiela el corazón del cobarde, lanza al aire un sonido profundo como el de nubes tormentosas. Ya ponen los arneses a los elefantes ebrios por combatir; ya uncen los corceles a los carros; se oye correr de aquí para allá a los infantes poniéndose a toda prisa la coraza. La vía real está repleta de armas como el mar de grandes e impetuosas olas de potencia indomable!"
Iliada |
Cuando los ejércitos concurrieron en un mismo lugar y se juntaron, chocaron entre sí escudos, lanzas y furia de guerreros de broncíneas corazas. Entonces los abollonados escudos se enzarzaron unos con otros y se levantó un gran estruendo. Allí se confundían los quejidos y las celebraciones de triunfo de matadores y de moribundos, y la sangre fluía por el suelo. (...)
Odisea |
Ulises, el rico en ardides, levantando en sus manos el arco lo vio por entero. Como un hombre perito en la lira y el canto tiende el nervio arrollándolo en una clavija sin esfuerzo, ya atada en sus cabos la tripa de oveja retorcida y sutil, con igual suavidad allí tendió Ulises su gran arco; la cuerda probada por su diestra resonó claro y bien como pío que da golondrina.
Eneida |
Mas Venus, la blanquísima diosa, se presenta entre nubes etéreas llevando sus dones; y cuando vio a su hijo solitario a lo lejos en un apartado valle junto a las frescas aguas, se le apareció y le habló con estas palabras: “Aquí tienes la ayuda prometida del arte de mi esposo. No dudes ya, hijo, en entrar en combate contra los orgullosos laurentes y el fiero Turno”. Dijo, y buscó Citerea los abrazos del hijo y enfrente colocó las armas brillantes bajo una encina. Él satisfecho con los presentes de la diosa y por honor tan grande no podía saciarse de mirar todo con sus ojos, y se asombra, y entre brazos y manos da vueltas al yelmo terrible con su penacho y que llamas vomita, y a la espada portadora de muerte y la rígida loriga de bronce color de sangre, inmensa, cual la nube cerúlea cuando se enciende con los rayos del sol y brilla a la lejos. Después las bruñidas grebas de electro y oro refinado, y la lanza, y la trama indescriptible del escudo. (Eneida VIII)
Edda Menor |
Reunidos estaban Ases y Asinias,
todos hablaban; discutían los dioses,
las nobles potencias, por qué tuvo Baldr
aquellos sueños de tan gran horror.
2
Alzóse Odín, padre de los dioses,
a lomos de Sleipnir coloca la silla:
cabalga hasta el Niflhel, encuentra allí un perro
saliendo del reino de la horrible Hel.
Poema de Mío Cid |
Embrazan los escudos
ante sus corazones,
enristran las lanzas, envueltos los pendones,
inclinaron las caras encima de los arzones,
íbanlos a atacar con fuertes corazones.
A grandes voces llama el que en buena hora nació:
«¡Atacadlos, caballeros, por amor del Criador!
[…] Allí vierais tantas lanzas subir y bajar,
tanta adarga horadar y pasar,
tanta loriga romper y rajar,
tantos pendones blancos rojos de sangre quedar,
tantos buenos caballos sin sus dueños andar.
Oyerais a unos, «¡Mahoma!»; a otros, «¡Santiago!» gritar.
Yacían por el campo en poco lugar
mil y trescientos moros muertos, ya.
El señor de los anillos. |
- Hela aquí en la Lengua Común –dijo Aragorn-, en una versión aproximada.
¿Dónde están ahora el caballo y el caballero? ¿Dónde está el cuerno que sonaba?
¿Dónde están el yelmo y la coraza, y los luminosos cabellos flotantes?
¿Dónde están la mano en el arpa y el fuego rojo encendido?
¿Dónde están la primavera y la cosecha y la espiga alta que crece?
Han pasado como una lluvia en la montaña, como un viento en el prado;
los días han descendido en el oeste en la sombra detrás de las colinas.
¿Quién recogerá el humo de la ardiente madera muerta,
o verá los años fugitivos que vuelven del mar?
“Así dijo una vez en Rohan un poeta olvidado, evocando la estatura y la belleza de Eorl el Joven, que vino cabalgando del norte; y el corcel tenía alas en las patas; Felaróf, padre de caballos. Así cantan aún los hombres al anochecer.