CORTES DE TOLEDO

[El Cid le pide justicia al rey. Puesto que el rey se tomó la responsabilidad por los casamientos de las hijas del Cid, el rey comparte la deshonra de las acciones de los Infantes. El rey reúne a todos en Toledo para resolver la situación. Los Infantes no quieren ir, pero no pueden desobedecer al rey. Además de los de la familia de los Infantes, también vienen jueces que decidirán el caso. Todos están menos el Cid; él los hace esperar su llegada, quedando al otro lado del río Tajo en San Servando. Por fin el Cid, acompañado de todos sus hombres fieles, decide entrar en Toledo. Pero no tienen mucha confianza: debajo de su ropa elegante llevan sus armas y escudos. Sigue una larga descripción del  Cid, notando especialmente que lleva su barba recogido por un cordón para que nadie se la toque. Llegan a la puerta de la ciudad.]

A la puerta de fuera   el Cid descabalgó; 
con los suyos entra   dignamente el Campeador:
él va en medio,   los ciento, alrededor.
Cuando lo vieron entrar   al que en buen hora nació, 
levantóse en pie   el buen rey don Alfonso
y el conde don Enrique   y el conde don Ramón,
y así como ellos, sabed,   toda la corte:
con gran honra lo reciben   al que en buen llora nació.
No se quiso levantar   el Crespo de Grañón,
ni todos los del bando   de los de Carrión.
El rey a mío Cid   de las manos le tomó:
«Venid acá a sentaros   conmigo, Campeador,
«en este escaño   que me regalasteis vos;
«aunque a algunos les pese,   mejor sois que nos ». 
Aunque el honor agradece,   el Cid no lo consintió:
«Seguid en vuestro escaño   como rey y señor; 
«con todos estos míos   aquí me sentaré yo».
Lo que dijo el Cid   al rey le complació.
En un escaño torneado   el Campeador se sentó, 
los ciento que le guardan   están alrededor.
Mirando están a Mío Cid   todos los que hay en la corte,
admiran su larga barba   cogida con el cordón;
¡en toda su persona   se muestra muy varón! 
No se atreven a mirarlo   los infantes de Carrión.