Como suele ocurrir con los fenómenos que exceden los límites de lo literario, la obra de Tolkien ha dado lugar a numerosas especulaciones sobre secretas intencionalidades que suelen delatar más a quienes las emiten que al propio autor, quien afirmó que su única intención  era divertir a sus hijos. Veamos las interpretaciones más repetidas: 

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Catolicismo. El profundo sentimiento católico que acompañó a Tolkien toda su vida (herencia de su madre conversa) ha sido utilizado, dado el éxito de la saga, por la jerarquía eclesiástica de guardia como una alegoría bíblica en la que Frodo es un sosias de Jesucristo y Sauron de Satán. Juzguen ustedes mismos.

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Antiindustrialismo. La defensa a ultranza de Tolkien del entorno rural británico frente al cada vez más poderosos imperio de las máquinas es identificada por muchos con la trama de su obra, en la que Sauron posee una factoría de máquinas y los entornos naturales son los paraísos de las criaturas amables y generosas, como los elfos.

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 Antinazismo. Tolkien construyó muchos de sus mitos como válvula de escape de los horrores de la Gran Guerra.  Y como la saga de El señor de los anillos la escribió en plena II Guerra Mundial, varios analistas han identificado el poder del Señor Oscuro con Adolf Hitler. De hecho, cuando sus editores alemanes le preguntaron si corría sangre judía en sus venas, les escribió diciendo: “Tengo numerosos amigos judíos, y lamentaría dar cualquier fundamento a la ideas de que suscribo la doctrina racista, perniciosa y anticientífica. “Este hecho retrasó la publicación de sus obras en Alemania.

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Adolescencia. La salida de la Comarca por parte del joven Frodo se interpreta como “un viaje iniciático” que parte de la pubertad y tiene como destino la madurez. El Anillo es visto como esa necesidad imperiosa que nos obliga a entrar en el mundo cruel de los adultos aunque no queramos, con los inevitables riesgos que eso conlleva.

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 Triunfo de un don nadie. Una lectura avanzada de la trilogía apunta que el verdadero héroe es Sam y no Frodo, como representante de los “hombres de a pie” de todo el mundo. El hecho es que el pequeño Sam consigue él solo resistir las tentaciones maléficas del Anillo, cosa que no se puede decir de Frodo…

La primera edición del primer tomo, en 1936, suscitó numerosos y contradictorios comentarios por parte de los críticos literarios. He aquí una pequeña selección:

“El problema de Tolkien es que no tiene ningún mensaje”. “Es una mezcla de Wagner y del Flautista de Hamelin”.”Es una obra paternatlista, reaccionaria, antiintelectual,  racista, fascista y, quizás lo peor en términos contemporáneos, irrelevante”. “Uno de los narradores que logran que sus lectores, como los niños, abran los ojos como platos y pidan más”. Una disparidad de opiniones que se mantiene en la actualidad entre los fans y detractores de la saga.

 

(Cinemanía nº 96. Sept 2003, p.79)