El ralato de Utnapishtim
Gilgamesh le dijo, a Utnapishtim el Lejano: «Cuando te miro, Utnapishtim, Tus rasgos no son extraños; incluso como yo eres. Tú no eres extraño; antes bien, como yo eres. ¡Mi corazón te había imaginado como resuelto a batallar, [Pero] descansas indolente sobre tu dorso! [Dime], ¿cómo te sumaste a la Asamblea de los dioses, En tu busca de la vida?»
Utnapishtim dijo a él, a Gilgamesh: «Te revelaré, Gilgamesh, una materia oculta Y un secreto de los dioses te diré: Suruppak--ciudad que tú conoces [(Y) que en las riberas del Éufrates] está situada--, Esa ciudad era antigua (como lo eran) los dioses de su interior, Cuando sus corazones impulsaron a los grandes dioses a suscitar el diluvio. Estaban Anu, su padre, El valiente Enlil, su consejero, Ninurta, su asistente, Ennuge, su irrigador. Ninigiku-Ea también estaba presente con ellos; [...]
Hombre de Suruppak, hijo de Ubar-Tutu, ¡Demuele (esta) casa, construye una nave! Renuncia a las posesiones, busca la vida. ¡Desiste de bienes (mundanales) y mantén el alma viva! A bordo de la nave lleva la simiente de todas las cosas vivas. El barco que construirás, sus dimensiones habrá que medir. Igual será su amplitud y su longitud. Como el Apsu lo techarás". [...]
Samas me había fijado un tiempo: "Cuando aquel que ordena la intranquilidad nocturna, Envíe una lluvia de tizón, ¡Sube a bordo y clava la entrada! Aquel tiempo señalado llegó: "Aquel que ordena la intranquilidad nocturna, envía una lluvia de tizón".
Contemplé la apariencia del tiempo. El tiempo era espantoso de contemplar. Subí al barco y clavé la entrada. Para clavar (todo) el barco, a Puzur-Amurri, el barquero, cedí la estructura con su contenido.
Al primer resplandor del alba, una nube negra se alzó del horizonte. En su interior Adad truena, Mientras Sullat y Hanis van delante, Moviéndose como heraldos sobre colina y llano. Erragal arranca los postes; Avanza Mnurta y hace que los diques sigan.
Los Anunnaki levantan las antorchas, Encendiendo la tierra con su fulgor. La consternación debida a Adad llega a los cielos, Pues volvió en negrura lo que había sido luz. [La vasta] tierra se hizo añicos como [una perola]. Durante un día la tormenta del sur [sopló], Acumulando velocidad a medida que bufaba [sumergiendo los montes], Atrapando a la [gente] como una batalla.
Nadie ve a su prójimo, No puede reconocerse la gente desde el cielo. Los dioses se aterraron del diluvio, Y, retrocediendo, ascendieron al cielo de Anul. Los dioses se agazaparon como perros Acurrucados contra el muro exterior. Istar gritó como una mujer en sus dolores, La señora de dulce voz de los [dioses] gime:
"Los días antiguos se han trocado, ¡ay!, en arcilla, Porque hablé maldad en la Asamblea de los dioses. ¿Cómo pude hablar maldad en la Asamblea de los dioses, Ordenando batalla para destrucción de mi gente, Cuando yo misma di a luz a mi pueblo? ¡Como el desove de los peces llena el mar!"
Los dioses Anunnaki lloran con ella, Los dioses, humildemente, están sentados y lloran, Con los labios apretados, [... ] uno y todos. Seis días y [seis] noches Sopla el viento del diluvio, mientras la tormenta del sur barre la tierra.
Al llegar al séptimo día, la tormenta del sur (transportadora) del diluvio amainó en la batalla, que había reñido como un ejército. El mar se aquietó, la tempestad se apaciguó, el diluvio cesó. Contemplé el tiempo: la calma se había establecido, Y toda la humanidad había vuelto a la arcilla. El paisaje era llano como un tejado chato.
Abrí una escotilla y la luz hirió mi rostro. Inclinándome muy bajo, sentéme y lloré, Deslizándose las lágrimas por mi cara.
Miré en busca de la línea litoral en la extensión del mar: En cada catorce (regiones) Emergía una comarca (montañosa). En el Monte Nisir el barco se detuvo.
(Poema de Gilgamesh; Tablilla XI (http://www.buenaluna.org.ar/ptah/hatti4.html ))