Honras fúnebres de Anquises
Al punto el caudillo, seguido de millares, se encamina en inmenso cortejo hacia el sepulcro. La libación derrama sobre el suelo del túmulo: dos vasos de vino puro, dos de fresca leche, dos de sangre de víctimas y en torno vierte flores delicadas, mientras dice: “¡Padre, yo te saludo! ¡Oh sacros restos que salvé tan en vano, yo os saludo! ¡Sombra augusta, alma santa de mi padre, no me fue dado navegar contigo tras la Italia que el Hado me destina, tras sus tierras y su Tíber misterioso!”. Y, tras estas palabras, de las honduras de la tumba se alza enorme serpiente que, ondulante, con siete vueltas siete anillos forma en torno a la estela que sesgada ciñe, y en las aras al fin se disuelve.
Eneida V vv.106- 124