Blancanieves

 

ÉRASE UNA VEZ una reina que cosía sentada junto a una ventana. Estaba nevando y algunos copos caían en el marco de ébano de la ventana. Distraídamente, la reina se pinchó el dedo con la aguja y tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Pensó: "Ojalá tuviese un niño tan blanco como la nieve, tan rojo como la sangre y tan negro como el ébano". Al poco tiempo tuvo una hija y la llamó Blancanieves, con la piel blanca como la nieve, labios rojos como la sangre y cabello negro como el ébano. Cuando nació, la reina murió. Al cabo de un año el rey se volvió a casar. La nueva reina era arrogante y presumida. Cada día le preguntaba a su espejo mágico:

"Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa?" Y el espejo respondía: "Eres tú, mi reina"

Pero un día, cuando Blancanieves sólo tenía siete años, el espejo respondió: "Es Blancanieves". La malévola reina ordenó a su cazador: "Llévate a Blancanieves al bosque y mátala. Tráeme como prueba sus pulmones y su hígado"

El cazador se llevó a la niña, pero no tuvo corazón para matarla. En su lugar, mató un cachorro de jabalí y le llevó los pulmones y el hígado a la reina. Hizo hacer con ellos un estofado y se los comió.

Sola y asustada, Blancanieves corrió a través del bosque. Por fin llegó a una casita. Entró, en una mesa, había siete platos y vasos, y escaleras arriba había siete camas.

Blancanieves comió de cada plato y bebió de cada vaso. Después se acostó en cada cama. Unas eran muy largas, otras muy cortas, pero la séptima le vino bien, y se puso a dormir.

Cuando se hizo de noche, llegaron los dueños de la casita. Eran siete enanitos que cavaban en las montañas sacando plata. Uno tras otro preguntaron: "¿quién ha comido de mi plato!"

"¿Quién ha bebido de mi vaso?" "¿Quién ha dormido en mi cama?" Entonces el séptimo enanito miró en su cama y vio a Blancanieves durmiendo en ella.

 

 

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 No queriendo despertarla, durmió con los otros seis, una hora con cada uno de ellos. Al día siguiente, Blancanieves les contó a los enanitos lo que le había pasado con su madrastra y ellos le dijeron: "Si tú cuidas de nosotros, nosotros cuidaremos de ti". Blancanieves cuidaba de la casa para los siete enanitos.

Un día, la reina le preguntó al espejo mágico:

"Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa!"

" ¡Blancanieves! ", respondió el espejo.

"Entonces la niña todavía vive", pensó agriamente la celosa reina. Se disfrazó como una anciana vendedora de lazos de brillantes colores y se fue de puerta en puerta buscando a Blancanieves.

Al final llego a la casita de los enanitos. Éstos habían advertido a Blancanieves que no abriera la puerta a nadie, pero no pudo resistirse a ver los bonitos lazos que llevaba.

La anciana le dijo: "Yo te pondré el lazo". Y se lo apretó tanto que se desmayó.

"Ahora soy la más bella de la tierra otra vez", cloqueaba la reina cuando se iba corriendo.

Cuando los enanitos volvieron de la mina, encontraron a Blancanieves. Al principio pensaron que estaba muerta, pero cuando cortaron el lazo empezó a respirar, enseguida se reanimó.

Cuando la reina volvió a preguntarle a su espejo quién era la más bella de todas, para su asombro recibió una vez más la respuesta: "Blancanieves"

Disfrazada como otra vieja mujer, volvió a la casita de los enanos.

Esta vez, Blancanieves no la iba a dejar entrar. "Mira mis bonitos peines dijo la vieja. Blancanieves se asomó a la ventana para mirar, y la vieja bruja dijo-: Déjame que te ponga este peine en el pelo."

El peine estaba impregnado de veneno; tan pronto como tocó el pelo de Blancanieves, cayó desmayada.

Esa noche, los enanos pensaron de nuevo que Blancanieves estaba muerta pero cuando le sacaron el peine del pelo, revivió. Le advirtieron que estuviera alerta ante cualquier otro truco de la madrastra. Mientras tanto, la reina le hizo al espejo la pregunta, y de nuevo recibió la respuesta "Blancanieves". Entonces, disfrazada de campesina, volvió a la casita.

Llevaba consigo una hermosa manzana, blanca por un lado y roja por el otro. Sin embargo, el lado rojo estaba envenenado.

Blancanieves no la dejaba entrar, pero la vieja mujer dijo: "¿Por qué no compartes mi manzana? Yo me comeré la mitad blanca y tú te quedas la roja". Así que Blancanieves mordió la manzana, cayó muerta. La pérfida reina, riéndose a grandes carcajadas, regresó al palacio. Esa noche, los enanitos lo intentaron todo, pero no pudieron despertarla. 

Después de velarla durante tres días, la pusieron en un ataúd de cristal, con su nombre en letras de oro: Princesa Blancanieves. Colocaron el ataúd de cristal en la cima de un monte, Y uno de ellos se quedaba siempre para velarla y cuidarla Los pájaros, que siempre habían querido mucho a Blancanieves, también venían a llorar por ella: primero un búho, luego un cuervo, después una paloma.

Blancanieves yacía en su ataúd de cristal, y cuando pasaron los años y se convirtió en una jovencita, su piel seguía siendo blanca como la nieve, sus labios rojos como la sangre y su pelo negro como el ébano.

Un día, un príncipe pasó por allí. En cuanto vio a Blancanieves se enamoró de ella. "Por favor, dejadme el ataúd -dijo-. ¡Os daré por é1 lo que queráis!". "No lo venderíamos nunca", respondió un enanito.

"¡Pero no puedo vivir sin Blancanieves!", suspiró el príncipe.

Los enanitos se compadecieron y le dieron el ataúd. Cuando sus criados lo llevaban, uno de ellos tropezó, el ataúd se ladeó y con la sacudida salió el trocito de manzana envenenada de la boca de Blancanieves. Al momento se despertó, "¿Dónde estoy!", exclamó. "¡A salvo a mi lado! -dijo el príncipe-. ¡Ven conmigo y sé mi reina!"

Todos fueron invitados a la boda, incluso la madrastra de Blancanieves, que no pudo resistir la curiosidad. En cuanto llegó, la guardia del príncipe la detuvo. Habían puesto al fuego unos zapatos de hierro y ya estaban al rojo vivo. Se los trajeron, y tuvo que calzárselos, y bailar y bailar hasta caer muerta al suelo.

 (Otra versión popular del cuento)

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