El aedo
Y repúsole entonces así el ingenioso Odiseo:
- Rey Alcínoo, señor, ciudadano el más noble de tu pueblo, en verdad es amable escuchar a un aedo como éste cuya voz se parece a la voz de los dioses eternos. Y yo os digo que nada hay más grato que ver la alegría que se ha ido adueñando de toda la vida de un pueblo y que los invitados escuchen en casa al aedo, en buen orden sentados delante de mesas colmadas de manjares y pan, y que, mientras, extraiga el copero de la crátera el vino y lo sirva en las copas a todos. Para mi corazón muy hermoso es tal espectáculo. Pero tu ánimo quiere saber mis luctuosas desdichas para que llore aún más y prorrumpa en amargos suspiros. ¿Qué primero y después y por último debo contarte?. ¡Muchos males a mí me enviaron los dioses celestes!
(Odisea IX. Ed. Planeta)