EL ASEDIO
Spike
pensaba que Jason era patético gimoteando por aquella calientabraguetas de
Shirley y que lo que tenía que hacer era tirarse de una vez a su amiga (la
amiga de la calientabraguetas) que estaba más buena. Pero también estaba
seguro de que si Jason seguía gimoteando durante unos cuantos capítulos más,
los guionistas de Pasiones, que eran
todos –fijo- unas feministas frustradas, pondrían a Shirley comiendo de su
mano. (No era ésa la expresión que él había empleado, aunque también tenía
algo que ver con comer)
Joyce
defendía que Jason era un chico sensible y que Shirley tenía derecho a no
estar segura de sus sentimientos, pero que, si reflexionaba, comprendería que
era a él a quien de verdad quería, porque, además, era muy buena persona y el
hombre más adecuado para ella.
-
¿Pero cuándo una mujer ha reflexionado y ha elegido como novio a la mejor
persona?- contraatacaba Spike- Doble contra sencillo a que en menos de tres
episodios la muy zorra se ha metido en la cama del vecino guaperas, sólo por
joder al pobre chaval. Me refiero a joder a Jason, porque al vecino no le va
importar nada ser literalmente bien jodido. Y la verdad es que ese imbécil se
lo merece, por idiota.
-
A mamá no le gusta que emplees ese lenguaje delante de mí. –Spike miró de
arriba abajo a Dawn que, de verdad, no se explicaba de dónde había salido. No
es que pensara modificar sus modales sólo porque la cría estuviera cotilleando
las conversaciones de dos adultos, pero, francamente, había olvidado su
presencia y ése era un error que le molestaba haber cometido. Claro que tampoco
estaba previsto que tuviera que estar constantemente en guardia en su propia
cripta. Eso le pasaba por tener una cripta demasiado poblada.
-
Se solucionaría…-Spike silabeó con calma, al tiempo que le dedicaba una gélida
mirada por encima del hombro.- …si tú no estuvieras delante.
-Porque
tú lo digas- Dawn alzó los hombros en un gesto displicente.
-
No. Porque ésta es mi casa y porque, ya que he roto mi acrisolada costumbre de
no admitir invitados, al menos deberías ser un poco más educada.
-
Eres tú el maleducado –insistió Dawn – Dices unas palabrotas …
-¡Basta
ya, Dawn! – Joyce fulminó a su hija con la mirada- Haces que me avergüence
de ti. Spike ha sido muy amable acogiéndonos aquí. Pídele disculpas.
Dawn
miró la punta de sus zapatos, luego retorció uno de sus largos mechones y
finalmente, suspiró y levantó muy dignamente la barbilla para acometer la dura
tarea que su madre le exigía.
-
Bueno…
yo….
Spike
no la dejó seguir. No soportaba tener que excusarse él, lo llevaba fatal como
podía atestiguar una apachurrada caja de bombones que aún escondía en el sótano,
pero tampoco se sentía cómodo con la idea de presenciar ahora la humillación
de una niña que no había hecho más que seguirle el juego.
-
En
realidad, he exagerado.- Fingió desentenderse de los apuros de Dawn para
halagar con una zalamera sonrisa a Joyce.- Ésta es su casa ahora. Espero que se
sientan a gusto.
Dawn
les dio la espalda. Casi se sentía más molesta por aquella falta de atención
a su persona que por los comentarios hirientes de Spike. ¡Y encima su madre le
daba la razón a él! Claro, ¿cómo no? Spike desplegaba todo su encanto con la
madre de Buffy y ella como que no contaba para nadie. Lo habitual.
Dawn
tenía razón. Spike no tenía intención de ocuparse de “la cría” ni
siquiera para pelearse con ella. Desde su punto de vista, el episodio no había
acabado del todo mal para ser la primera discusión desde que Buffy le había
dejado a su hermana y a su madre, con cara de asustadas, en la puerta de su
cripta.
En
verdad, Buffy debía de estar aterrada y las cosas con Glory debían de estar
poniéndose realmente serias para que acudiera a él, la última persona en el
mundo a quien la cazadora solicitaría ayuda. Spike aún no acababa de creérselo:
Buffy había irrumpido en su cripta en mitad de la noche para pedirle un favor
trascendental: confiarle a él sus dos seres más queridos. Aún recordaba la
escena: las otros dos mujeres esperando en un segundo plano su decisión y él
preguntándose si era un sueño o una burla, tan sorprendido que no acertaba a
elegir entre su amplia batería de sarcasmos con cuál podía disimular mejor su
sorpresa. “¿Sí o no?” apremió Buffy y Spike comprendió que la situación
no estaba para bromas. Había asentido sin añadir ni media palabra. ¿Qué otra
cosa podía hacer? Cuando ella se marchó, Spike se armó de paciencia para
sobrellevar la situación. Para una cosa que Buffy le pedía, no iba a negárselo,
pero estaba seguro de que la convivencia no iba a ser fácil.
Sin
embargo se equivocó, por lo menos en un cincuenta por ciento. Joyce era un
encanto. Cuando, a los cinco segundos, estaban sentados juntos viendo Pasiones
y empezaron a intercambiar opiniones sobre cada personaje del culebrón, los dos
supieron que aquello sería el comienzo de una larga amistad. De Pasiones
pasaron a las películas en blanco y negro que Spike había disfrutado en su
estreno y que a Joyce le habían encandilado en los pases por televisión de su
casi infancia. Luego rememoraron las series olvidadas de la tele, desde Bonanza
a Expediente X, pasando por Star
Treck y La casa de la pradera (Spike
afirmaba que tuvo ocasión de morder a la actriz que hacía de Laura Ingaels,
pero que en el último momento desistió por temor a que se dispararan sus
niveles de azúcar en sangre). Los gustos musicales, sin embargo, no eran muy
compartidos porque a Joyce, pese a presumir de
un legítimo pasado roquero, el punk la superaba.
Con
Dawn, sin embargo, las cosas se prometían bastante más complicadas.
Adolescente caprichosa e inestable contra vampiro inestable y caprichoso, el cóctel
se preveía explosivo. Además, Dawn estaba especialmente reticente. Quizá no
le había gustado tener que huir de su casa, aunque sólo fuera por dos días
–eso había dicho Buffy-, o quizás sospechaba que le ocultaban cosas, pero el
hecho es que no estaba de buen humor y no perdía ocasión de demostrarlo.
La
segunda discusión tuvo lugar apenas una hora después cuando Joyce pidió
a Dawn
que recogiera la bandeja que hacía de improvisada mesa frente a la tele.
-
No
tengo por qué limpiar los restos de su repugnante dieta.
-
Nadie
te lo ha pedido, mocosa.
-
No
me llames mocosa, chupasangre.
-
¡Basta
los dos! – A Joyce le faltó añadir “niños”. Dándose cuenta de lo
inconveniente de su recriminación, se encaró con Dawn: - ¿No has traído
tarea del insituto? Ve a hacerla inmediatamente. –Dawn se alejó en busca de
su mochila, con evidente enfado, pero en silencio. Joyce se volvió hacia su
anfitrión un poco avergonzada:- Lo siento, Spike.- Sin embargo, él no parecía
ni mucho menos molesto, aunque quizás sí algo sorprendido. Joyce continuaba
con sus excusas.- Es que cuando una es madre, tiende a tratar a todo el mundo
como a un crío.
-
Es
una experiencia…ya lejana para mí. No se preocupe. – Una idea maligna cruzó
por su mente y sonrió sin disimulo.- Me encantaría ver a la cazadora enfurruñada
porque le ha dicho que tiene que ordenar la habitación.
A pesar de la broma, Joyce comprendía que acoger a dos extrañas para
Spike tenía que ser una irrupción no deseada en su intimidad. Quizá para
escapar a la sensación de incomodidad, prometió:
- Intentaremos
no molestar demasiado.
-
Mamá, ¿la guerra naval americana en la Segunda Guerra Mundial fue
contra Japón, ¿verdad?- Dawn levantó la cabeza de su libro de texto donde no
acababa de encontrar la respuesta que necesitaba.
-
Pues, creo que… sí, ¿no? – Joyce buscó confirmación en Spike.
-
Y contra Alemania –añadió el vampiro.
-
¡Anda ya! – Dawn podía buscar ayuda en su madre, pero no iba a concederle
ninguna credibilidad a Spike.- Los europeos siempre creyéndoos el centro del
mundo. ¿No has oído hablar de Pearl Harbour?
-
¿Y tú no has oído hablar de las incursiones de submarinos alemanes en las
costas americanas o de los ataques masivos a convoyes aliados en el Atlántico
Norte?
Dawn
se sintió sobrepasada, pero no iba a ceder tan fácilmente:
-
Eso…
no viene en mi libro. Seguro que te lo estás inventando.
-
¡Ja!
Te aseguro, nena, que tengo información de primera mano. ¿Cómo prefieres que
te la cuente: como oficial nazi o desde dentro de un submarino estadounidense?
Dawn le miró con un nuevo interés.
-
¿Sí?
¿Y cómo fue?
Spike
se encogió de hombros:
-
Húmedo.
Calustrofóbico y húmedo.
-
¿Mataste
a mucha gente en la guerra, Spike?
-
He
matado a mucha gente sin necesitar guerras para ello.
-
Dime…
- La irresistible curiosidad adolescente por lo truculento fue cortada de
inmediato por Joyce.
-
Seguro
que las historias de Spike pueden esperar a que tú acabes la tarea.
Spike
se levantó para bajar al sótano. Le apetecía un trago y después de la
conversación anterior comprendía que determinadas cosas no eran apropiadas
para los cándidos oídos de una niña. Al menos no si su madre estaba delante.
Por otra parte, estaba seguro de que Dawn no era tan cándida y que no se
ruborizaría por una velada de alcohol y viejas historias sangrientas; al
contrario, seguro que le encantaba, pero tampoco era cosa de molestar a Joyce,
así que se reservaría sus escasos placeres (el alcohol era el más inocente)
para la intimidad.
Se
sentó sobre una de las lápidas polvorientas y le dio un buen trago a su
petaca. Frente a él el maniquí de larga peluca dorada le miraba desde sus ojos
vacíos. Le dedicó un brindis silencioso:
-
Siempre metiéndome en líos, rubia.
Algo
peludo y cálido se frotó contra su pierna. Spike se agachó para coger un
gatito blanco que ronroneaba mimoso. Lo subió a su regazo y empezó a
acariciarlo mientras su pensamiento vagaba hacia sus planes más inmediatos. ¿Cómo
se las iba a apañar para mantener la cordura y cierta intimidad conviviendo en
pocos metros cuadrados con dos damiselas a las que, a saber por qué diablos, se
sentía obligado a tratar con cierta delicadeza? Las cosas eran más sencillas
cuando la política oficial para con los vampiros se limitaba al intercambio de
puñetazos e insultos, pero esa maldita Buffy siempre conseguía ponerle las
cosas aún más difíciles. ¿Y si colocaba un letrero luminoso en la entrada
“Prohibida la entrada a menores de cien años”? Encendió un cigarrillo y le
dio una pausada calada, aspirando el humo con delectación.
No
necesitó volverse para saber que Dawn le espiaba desde la puerta.
-
¿Qué diablos haces aquí?
-
Mamá
ha preparado la cena. Dice que si quieres venir.
-
¿Y
a ti no te han enseñado a llamar a la puerta?
-
No
tienes puerta aquí abajo. - Dawn al acercarse reparó en el gatito que retozaba
sobre las piernas de Spike- Oh… ¡qué monada! ¿Cómo se llama?
-
No
tiene nombre.
-
Le
llamaremos “Bolita de nieve”, ¿te parece?
Spike se encogió de hombros.
-
Hay
más por ahí. Una camada de cinco, pero yo que tú no les cogería demasiado
cariño.
-
¡Es
una preciosidad! –Dawn quiso acariciarlo, pero el animal retrocedió espantado
ante su presencia, bufó y saltó al suelo para escapar del contacto de la niña.
-
Vaya,
quizás debas empezar con un geranio – comentó irónico Spike.
-
Seguro
que ha sido por tu tabaco.- Dawn, molesta, se le encaró- ¿No sabes que no se
debe fumar delante de menores de edad?
- Sí, lo sé.- Acrecentando la insolencia Spike le echó lentamente el
humo a la cara.- Y ahora, luv, intenta recordar que soy un monstruo despiadado.
-
Claro,
tan despiadado que andas recogiendo gatitos abandonados.
-
Aquí
la única mascota molesta que he cometido el error de recoger eres tú.
Dawn
le miró con displicencia mientras subía por las escaleras.
-
O
sea que tú eres un monstruo, ¿no? ¿Y a quién das miedo? Al menos yo asusto a
los gatos.
Después
de cenar Spike salió un rato. Le gustaba tomar el aire fresco de la noche y en
las actuales circunstancias, aún más. “Su” cripta empezaba a estar
demasiado concurrida, un lugar poco propicio para la soledad. Se internó entre
las sombras, paseando hasta uno de sus lugares preferidos, junto a un sobrio
mausoleo flanqueado por robustos cipreses. Apoyó la espalda contra el tronco y
rebuscó en su bolsillo el paquete de tabaco. Era extraño, al parecer lo había
perdido. Y también el encendedor. Estaba claro que no era su día. Ni su noche.
Las
cosas iban a seguir empeorando. Una voz áspera a su espalda le convenció de
que iba a ser imposible que le dejaran un minuto en paz.
-
Hola, Spike.
O
sea, que tampoco en “su” cementerio podría encontrar tranquilidad. Spike se
volvió despacio, con una parsimonia no demasiado amistosa.
Era
un vampiro. Pelo revuelto y ropas no demasiado pulcras. La cara le resultaba
conocida, aunque no podía recordar de qué. Seguramente, el tipo se lo diría
pronto, porque parecía empeñado en trabar conversación.
-
¿Dónde
está esa rubia amiguita tuya? – Spike le miró extrañado.¿Desde cuándo los
vampiros buscaban a la cazadora? ¿Sería un vampiro suicida? ¿Y desde cuándo
él era la fuente de información?- Venga, no te hagas el despistado. Sé que es
tu novia.
-
¿Cómo
dices?
-
Sí,
hombre, no te va a servir de nada esconderla. Ella nos prometió mucha pasta si
nos convertíamos en sus secuaces y es hora de que empecemos a ver algo de
dinero.
-
¡Ah,
estás hablando de Harmony!
-
Sí,
creo que dijo que se llamaba así. Si ella no paga, deberás hacerlo tú.
-
Tendrás
que explicarme la lógica de eso.
-
Pues…
está claro, eres el tipo que está con ella, ¿no? Debes dar la cara.
-
Sería
muy discutible decir que estábamos juntos, pero en cualquier caso, Harmony se
ha largado, de lo cual me alegro infinito. Hace varios días que no la veo, no sé
dónde está y desde luego no voy a ir a buscarla. O sea, que en el muy hipotético
caso de que Harm y yo hayamos sido alguna vez una pareja, soy un tipo moderno:
me importa un rábano lo que haga ella y no voy a ejercer de caballeroso
salvaguarda de la dama. Arreglad vuestros problemas con ella y a mí olvidadme.
Había
conseguido ponerle de mal humor. Le dio la espalda y, a grandes zancadas, se
dirigió de regreso a la cripta. Tras él, el vampiro lanzaba amenazas
inconsistentes:
-
Esto no va a quedar así. Vais a pagar, os guste o no.
Cuando
minutos después llegaba a su refugio, una nerviosa Joyce salió a recibirle con
gesto de preocupación.
-
Dawn ha desaparecido.
-
¿Cómo…?
-
No sé cómo ha sido. Yo estaba tranquilamente viendo la tele y de pronto, me ha
parecido que había mucho silencio, la he llamado y… ya no estaba.
-
Bueno,
habrá ido fuera un momento. Seguro que querría un poco de independencia. No se
preocupe, el cementerio no es muy grande y no creo que haya salido de él. La
encontraré en seguida. Quédese en la cripta.
-
Ni hablar. Es mi hija. Voy contigo
Joyce
se puso su abrigo y se le unió.
Iniciaron
la búsqueda con la preocupación flotando entre ambos a pesar de las palabras
tranquilizadoras de Spike. Joyce sabía que eran presas apetecidas por Glory y
Spike, que desconocía este detalle, era muy consciente de los muchos peligros
que podían acechar a una adolescente de noche en el cementerio de Sunnydale.
Para colmo, apenas unos metros más allá, la madre de Buffy pisó en falso y a
punto estuvo de torcerse un tobillo. No se cayó porque Spike la sujetó
oportunamente por el brazo.
-
Es que no veo nada. Está demasiado oscuro- se excusó.
-
Yo me las arreglo en la oscuridad, pero tiene razón. –Aunque había luna
llena, unas nubes tormentosas la habían ocultado y era difícil distinguir nada
en mitad de la noche si no se tenía la vista privilegiada de una criatura
nocturna.- Espere aquí, creo que tengo una linterna en la cripta.
Spike
volvió sobre sus pasos pero cuando intentó entrar, un muro invisible se lo
impidió. Le bastaron unas décimas de segundo para comprender.
-¡Mierda!
–Desfogó su ira con un puntapié contra la alfombra de hojas de la entrada.-
Joyce, venga por favor.
-
¿Qué ocurre?
-
Tiene que entrar e invitarme.
-
Pero si es tu cripta…
Spike negó con la cabeza
-
Ya
no. ¿Recuerda que se la ofrecí: “Esta es ahora su casa. Disfruten de
ella”? ¡Estúpida cortesía!
Solventado
el engorroso tema de la invitación y linterna en ristre, Joyce y Spike
volvieron a lanzarse a la noche en busca de Dawn.
Como
el vampiro había pronosticado, no les fue difícil dar con ella. Pero
desgraciadamente, no eran los únicos que la iban a encontrar con facilidad.
La
hallaron no demasiado lejos de la cripta cuando volvía ya hacia ellos, con
Bolita de nieve, el gatito blanco, en brazos.
-
¡Dawn!
¿Dónde te habías metido? ¡Qué susto me has dado!- exclamó su madre.
-
Lo
siento, es que vi que los gatitos se escapaban y quise cogerlos.
-
Eres
una inconsciente. ¿Cómo se te ocurre…?
-
Perdona,
mamá. Pensé que los alcanzaría en seguida, pero echaron a correr y me alejé
sin darme cuenta.
-
Bueno,
dejaremos las recriminaciones para dentro de la cripta –propuso Spike.-
Regresemos.
Sin
embargo sus planes sufrieron un brusco cambio cuando entre el follaje vio
moverse un par de siluetas
-
Rápido,
síganme.
Eran
vampiros, dos o tres de momento, y estaba claro que
les habían visto porque echaron a correr tras ellos. Spike sabía que si
los vampiros las perseguían, las dos mujeres no conseguirían alcanzar la
cripta. Por fortuna, cerca estaban las ruinas de una capilla medio derruida en
la que se podían poner momentáneamente a salvo.
Entre
zarzas y escombros, contra las paredes que aún se sostenían en pie, había
amontonadas viejas lápidas, cruces herrumbrosas, tablones de desecho,… Spike
empujó una madera carcomida, que algún tiempo atrás había sido una puerta,
para tapar la entrada e indicó a las mujeres que llevaran cruces a los demás
huecos por donde pudieran colarse visitas no deseadas.
-
Esto
no servirá de mucho- murmuró Spike mirando las pobres defensas que habían
levantado.
-
Pero…
esto es o fue una iglesia.- Joyce quiso encontrar un resquicio de esperanza:- ¿A
los vampiros no les están prohibidos los recintos sagrados?
- ¿Acaso no ve ya aquí un vampiro? Los cementerios son tierra consagrada y son nuestro lugar natural. Me temo que esa teoría suya no funciona. De momento las cruces les detendrán, pero sólo hasta que reúnan el número suficiente o el valor para arriesgarse a unas cuantas quemaduras
Las
nubes que antes se amontonaban en el cielo se estaban dispersando y la amenaza
de tormenta iba a pasar sin descargar. Ahora la noche parecía más apacible,
pero la verdadera amenaza estaba tomando posiciones en el exterior de la capilla
en ruinas donde se refugiaban dos mujeres y un vampiro. Con la nueva claridad de
la luna llena en un cielo casi despejado, los sitiados podían observar con
nitidez lo que ocurría en las inmediaciones. Incluso, a unos doscientos metros,
podían divisar la cripta de Spike. Pero lo que atraía toda su atención estaba
mucho más cerca. Primero fueron tres vampiros, uno de ellos el que había
hablado anteriormente con Spike. Se quedaron entre los árboles próximos un
tanto indecisos y hablaron entre ellos, deliberando quizás sobre qué hacer. No
presentaban un aspecto muy aguerrido y Spike pensó que o no tenían mucha
hambre o eran muy cobardes, porque a otros de su especie la visión apetitosa de
Joyce y sobre todo de Dawn les habría impulsado ya a lanzarse al ataque. Uno se
marchó y Spike pensó que era el momento ideal para intentar romper el cerco,
pero justo cuando se disponía a abrir el simulacro de puerta reapareció en
compañía de una pareja: una chica joven y fuerte y otro tipo desgarbado.
Podía haberse enfrentado a dos, pero cinco era algo inasequible, por
poco heroicos que parecieran.
Envalentonados por el número, se acercaron un poco más.
-
No
tenéis nada que hacer. Salid de una vez – gritó el conocido de Harmony,
aparentemente el cabecilla.
-
Salid
de ahí o entraremos a sacaros – rubricó otro.
Lo
harían. Era sólo cuestión de tiempo que se decidieran. De poco tiempo. Spike
recorrió en unas pocas zancadas el breve espacio entre la puerta y otro de los
huecos de la pared, aunque sin poder acercarse por la cruz que Joyce había
colocado allí. Se sentía como un animal enjaulado y las miradas angustiadas
que le dirigían Joyce y Dawn sólo conseguían que sus pensamientos fueran aún
más sombríos. Ellas ponían toda su esperanza en él y en que las sacaría
de aquella trampa. Y la verdad era que tenían que escapar antes de que los
vampiros se lanzaran en masa contra ellos, pero la situación se estaba poniendo
jodidamente difícil. Algo tenía que intentar. No quedaba más remedio.
-
Ahora
tendrán que confiar en mí. Intentaré engañarlos y entretenerlos un poco pero
para eso necesito acercarme más a ellos. Joyce, en cuanto empiece la diversión
corra hacia la cripta. Allí no han sido invitados y no pueden entrar. -Se agachó
junto a Dawn.- Para aproximarme, necesito tu ayuda. Fingiremos que te ofrezco
como moneda de cambio. Cuando te suelte, echa a correr tú también hacia la
cripta, ¿de acuerdo?
Dawn
asintió con la cabeza sin decir ni media palabra. Estaba pálida, casi tanto
como Spike. Joyce también sentía la boca reseca y las palmas de las manos
sudorosas. Sólo la aparente calma de Spike le hacía sentir la evidentemente
engañosa sensación de que todo estaba bajo control. Spike se volvió hacia
ella para indicarle:
-
Que
Dawn lleve alguna cruz de esas pequeñas escondida entre sus ropas.
Spike
por su parte buscó un trozo de madera que pudiera utilizar como estaca,
mientras Joyce ayudaba a Dawn a ocultar un crucifijo metálico entre la cintura
del pantalón y la chaqueta. Luego madre e hija se fundieron en un abrazo de
despedida breve y silencioso.
Era
el momento. Spike se dirigió hacia la niña.
-
Bueno,
Dawn, tú y yo empezamos la aventura. –Le dedicó una sonrisa cómplice-
Aprovecha, ahora puedes patalear, pegarme y arañarme todo lo que quieras.
-
Ahora
estoy demasiado asustada- musitó ella. Sin pensarlo, se abrazó a su cuello,
con la conducta instintiva de los cachorros que buscan protección. Spike en uno
de sus reacciones impredecibles, la besó en la mejilla, como a la hermana pequeña
que nunca había tenido. Luego le dedicó una sonrisa llena de ánimo.- Vamos,
Dawn, tú eres una chica valiente.
- No te creas que tanto- murmuró con un hilo de voz la niña.
Él no discutió, pero le revolvió el pelo en una gesto travieso que tenía
mucho de caricia. A continuación la cargó como un paquete bajo su brazo
izquierdo. El vampiro reprimió un grito y un gesto de dolor- Si procuras que la
cruz no toque mi carne, te lo agradeceré.
-
Lo
siento.
Spike
transformó su rostro.
-
¿Preparada?
¡Vamos!
A
los vampiros les tomó por sorpresa su salida. Tardaron en reaccionar y eso le
permitió a Spike elegir un poco su posición: fue hacia el grupo de tres que
estaban a su derecha, los más próximos a la cripta. Eso, con suerte, le
permitiría interponerse y proteger la huida de Dawn.
-
¡Spike! ¿Eras tú? – El amigo de Harm, desconfiado, hacía gestos
apremiantes para que los demás se le unieran. Spike vigilaba sus movimientos.
No podía dejar que le rodearan, necesitaba libre la ruta de escape para Dawn,
pero también tenía que alejarlos de Joyce y, sobre todo, estar lo
suficientemente cerca de ellos para que sus puños pudieran mantenerlos un rato
ocupados. El resto dependería de si las piernas de las mujeres eran lo bastante
rápidas.
-
Claro que soy yo.
Spike
se acercó despacio, controlando la posición de cada uno de aquellos tipos y
vigilando que no cerraran el paso hacia la cripta
-
¿Desde
cuándo te dedicas a proteger humanas?
-
¿Protegerlas?
¿Qué os metéis ahora en la sangre para alucinar tanto? Sólo estaba preparándome
la cena.
-
¿Y
para eso te escondes detrás de cruces?
No
les iba a engañar, pero Spike siguió avanzando con su sonrisa de lobo en la
boca.
-
Ha
sido un malentendido. Podemos repartir la comida. ¡Venga, chicos! Hagamos un
trato. Os traigo a la chica en señal de buena voluntad. Pensaba disfrutarla un
poco, antes de hincarle el diente, pero si queréis la compartimos. Tiene que
ser deliciosa…
Estaba
ya a unos cinco metros del vampiro más cercano y supo que no habría otra
oportunidad mejor. Fue muy rápido. Dejó a Dawn en el suelo y mientras le
gritaba que corriera se abalanzó sobre el primer vampiro. Su propio impulso le
hizo caer al suelo cuando el cuerpo estacado se disolvió en una explosión de
polvo bajo él. Entonces los otros dos se lanzaron contra Spike. Él rodó sobre
su cuerpo para esquivar el ataque del primero y con una patada contra la cara
logró quitárselo de encima por el momento. Se puso en pie para enfrentarse al
amigo de Harmony en cuyos ojos pudo ver las peores intenciones y, algo más
preocupante, una maligna inteligencia. La parte buena era que Dawn estaba muy
cerca de la cripta. La parte mala era que no había conseguido atraer la atención
de los dos vampiros restantes que habían preferido perseguir a Dawn y que,
aunque no la iban a alcanzar, tendrían ciertas posibilidades contra Joyce quien
también corría desde otro ángulo hacia la cripta.
Los
acontecimientos se desarrollaron a una velocidad de vértigo. De sus dos
contrincantes, el que había recibido la patada, más temerario y estúpido,
volvió a lanzarse contra Spike enzarzándose en un cuerpo a cuerpo en el que el
rubio demostró clara superioridad, pero que dificultó su libertad de
movimientos durante algo de tiempo. Fue el momento que aprovechó el conocido de
Harmony para atacarle él también. Mientras, intentaba zafarse del primer
vampiro, el segundo le golpeó con una piedra grande en la espalda. Spìke se
revolvió intentando hacer frente a los dos simultáneamente. Esquivó los
golpes del cabecilla pero se concentró en deshacerse cuanto antes del otro. Lo
consiguió pronto. Era muy torpe y descuidaba demasiado su defensa por lo que
unos segundo después, Spike conseguía clavarle la estaca en un movimiento
preciso y letal. Sólo le quedaba uno, aparte de los dos que perseguían a las
mujeres.
Vampiro
contra vampiro. Spike habría tenido oportunidades si no fuera porque el golpe
con la piedra seguro que le había roto más de un par de costillas y el dolor y
el agotamiento le pasaban factura. Durante un instante se miraron, calibrando
las fuerzas del oponente. Después, lanzando un alarido animal, su enemigo volvió
a abalanzarse contra Spike. Rodaron los dos por el suelo en un abrazo mortal. Puños,
patadas, colmillos, los dos golpeaban y recibían, sangraban, mordían,
desgarraban. Eran como dos lobos en una lucha en que se disputaban algo más
importante que la vida. Olvidados del dolor, sus dentelladas buscaban con ansia
la carne del otro, mientras rodaban por el suelo en una confusión de miembros y
golpes.
Spike
apenas sintió el mordisco. Su dolor se confundió con otros dolores y en el
fragor de la pelea casi le habría pasado desapercibido, pero la calidez húmeda
que empapaba su pantalón por instantes, el avance escandaloso de la sangre
saliendo a borbotones, le hizo comprender de inmediato que aquello era
definitivo. Le había seccionado la femoral y apenas podría mantenerse en pie
unos segundos más. Su atacante, al creerse ya vencedor, cometió el error de
confiarse demasiado. Spike, no supo cómo, reunió todas sus últimas fuerzas y,
en un giro inverosímil, se inclinó sobre él asestándole el golpe definitivo
en el corazón que lo disolvió en polvo al momento.
Spike
se tambaleó. Aquello era el condenado final, pero al menos, lo había
conseguido. Había salvado a la familia de la cazadora: Dawn estaba ya en la
cripta y a Joyce le quedaban unas docenas de metros. Los recorrería sin
problemas, porque la pareja de vampiros que había ido tras las mujeres,
abandonaban su presa y volvían sobre sus pasos para rematarle a él.
Apoyó
su espalda contra un tronco y esperó. Quizá, si no se desvanecía antes, podría
morir de pie.
Lo
que ocurrió a continuación, Spike no lo habría esperado jamás.
Joyce
notó que dejaban de perseguirla, vio que Spike estaba al borde de sus fuerzas y
que los vampiros iban ahora a por él. Se paró. Dudó una décima de segundo.
Comprobó que Dawn estaba a salvo y luego tomó una estúpida, irracional y
generosa decisión. Quizá fuera que ella también tenía la sangre valiente de
la cazadora. Enarboló otra de aquellas cruces de la capilla y se dirigió
al lugar donde Spike acababa de hincar la rodilla en tierra.
- Pero ¿qué hace…? Joyce, corra a la cripta.
Exhibiendo
la cruz ante la pareja de vampiros atemorizados, consiguió llegar hasta Spike.
Le tomó del brazo. Apoyándose en la mujer, el vampiro rubio logró ponerse
otra vez en pie. Ahora les era imposible volver hacia la cripta, porque los
vampiros les cerraban el paso en aquella dirección, y si bien el crucifijo les
mantenía a cierta distancia, gruñían amenazadores, dispuestos a saltarles al
cuello a la mínima oportunidad.
Joyce
y Spike, juntos, parapetados tras el crucifijo que a duras penas mantenía a
raya a los dos vampiros, retrocedieron lentamente hasta refugiarse de nuevo tras
las paredes semiderruidas de la capilla.
Fue
un paseo angustioso durante el cual Joyce pensó que cada paso podía ser el último
y en el que Spike agotó sus últimas reservas de energía. Apenas entraron en
el recinto, el vampiro se desplomó sin sentido.
Cuando
recobró el conocimiento, lo primero que vio fue el rostro angustiado de Joyce
inclinado sobre él. Estaba tumbado en el suelo, en mitad de un gran charco de
su propia sangre. Sin embargo, la hemorragia se había detenido. Joyce le había
quitado el cinturón y lo había utilizado para hacerle un torniquete en la
parte alta del muslo. Se sentía increíblemente débil. Intentó incorporarse
pero sólo consiguió mover un poco la cabeza. Lo justo para apreciar la
magnitud de su herida, una enorme dentellada que había desgarrado la masa
muscular y que había estado a punto de vaciar todas sus venas.
-
¿Cómo
te encuentras?
En
lugar de responder a la solicitud de Joyce, Spike preguntó a su vez:
-
¿Por
qué no me ha obedecido?
Joyce
dio una explicación aparentemente sencilla.
-
No
podía llegar hasta la cripta contigo.
Spike
entornó los ojos. No tenía fuerzas para discutir y lo que había hecho Joyce
era una verdadera muestra de valor que le agradecía, pero se sentía demasiado
agotado para esconder la verdad.
- Ha
sido un error. Pudo ponerse a salvo. Yo estoy acabado, Joyce. –Miró a las
estrellas a través de la techumbre inexistente.- En cuanto salga el sol, será
el fin
-
Buffy
llegará dentro de unas horas y nos rescatará.
Spike no dijo nada pero sabía que Buffy llegaría demasiado tarde. De día. Para entonces él ya sería un montón de ceniza y no habría podido impedir que aquellos hijos demala madre se cebaran con una presa tan fácil como Joyce, sola entre aquellas paredes ruinosas.
Probablemente Joyce también era consciente de eso, pero también guardaba en silencio sus miedos. Una mujer muy valiente la madre de la cazadora. Bueno, ahora tenía que recuperar fuerzas y luego intentaría pensar cómo salir del atolladero. Al menos Dawn ya no corría peligro. De momento.
Se dejó vencer por un sueño al que no podía oponerse sumergiéndose en una
duermevela inquieta, asaltada por sensaciones confusas y amenazadoras. Era un
sopor reptante, viscoso como la sangre que se resecaba sobre sus ropas, casi táctil.
No supo cuánto tiempo tardó en despertar, quizá sólo unos minutos. Cuando
volvió a recuperar su lucidez notó que el rato de descanso había sido muy
reparador. Estaba tan débil como antes, pero al menos se sentía capaz de
pensar con claridad. Joyce seguía a su lado, velándole. Intentó incorporarse.
-
¿Quieres
que te ayude? –le ofreció.
-
Sí,
por favor. – Con la ayuda femenina, consiguió quedar sentado y apoyar la
espalda contra la pared.
Bolita de Nieve, el gatito que Dawn había traído en sus brazos, se acercó
ronroneando y se frotó mimoso contra las piernas de Spike. Después empezó a
morder juguetón una de sus botas.
De fuera les llegaban los gritos intimidatorios de la pareja de vampiros.
-
¿Crees
que intentarán entrar? –preguntó Joyce.
-
No
creo. Si no lo han hecho ya, es porque son demasiado cobardes para arriesgarse.
Por lo menos no creo que ataquen mientras no estén seguros de que yo haya
muerto. –La cara de Joyce se ensombreció aún más. Spike le dedicó una
sonrisa- No se preocupe, de momento no tengo intención de hacerlo. Desangrarnos
no es uno de los métodos admitidos de aniquilación vampírica. Me recuperaré,
al menos de la herida.
-
Pero
estás muy débil…
-
Sí.
–Él lo sabía mejor que nadie- Tengo que alimentarme. Necesito sangre.
El
brazo de Spike se alargó hasta Bolita y lo cogió. Lo trajo hasta depositarlo
sobre su pecho donde el cachorrillo empezó a mordisquear uno de los botones de
su camisa. Joyce miraba fascinada, sin poder apartar la vista de la tierna
imagen del gatito juguetón al comprender el destino que le esperaba. Spike elevó
sus ojos hacia ella.
- Quizá
sea mejor que no vea esto.
Joyce
asintió sin poder articular palabra. Se volvió de espaldas y se alejó unos
metros, lo que no le evitó oír tras ella el sonido con que el rostro de Spike
se transformaba en vampiro.
Cuando
volvió a mirarle de frente, se había propuesto no mencionar el incidente. No
mirar siquiera a la cara de su compañero, pero los ojos se le fueron al
cuerpecillo inerte que, como un peluche roto, yacía junto al de Spike. Estaban
cercados y corrían peligro de muerte. Ante eso era absurdo preocuparse por el
destino de un animal, pero no pudo evitarlo. Sintió que la emoción le
atenazaba la garganta y fingió recolocar las cruces de la entrada para que
Spike no advirtiera su turbación.
Fue
él sin embargo quien habló:
-
Desagradable,
¿verdad?
-
Natural,
supongo.
-
Una
naturaleza desagradable.
“No
más que la de otros animales carniceros, como el hombre”- pensó Joyce que
debería decir, pero no lo hizo. Sentía que no era lo mismo y no deseaba mentir
a Spike con palabras corteses para quedar bien. Supo que él no lo habría
admitido.
Spike
humilló la mirada. Seguramente no estaba avergonzado. -No tenía de qué
avergonzarse, era su esencia-, pero sí quizás por primera vez, se sentía incómodo,
no orgulloso. Sabía que Joyce lo aceptaba como era y eso hacía que ser así le
causara un gran dolor. Frente a Buffy podía alardear de su poder de depredador,
pero no ante Joyce, comprensiva y maternal. Como un niño que gallea de sus
cicatrices ante los amigos, pero que no puede ocultar el dolor y las lágrimas y
la rabia ante su madre.
Joyce
se había quitado un pañuelo de seda que llevaba al cuello y lo había empapado
en el agua de lluvia recogida en la concavidad de una losa. Se acercó a él en
silencio. Un silencio humilde, sin reproches ni preguntas, servicial, mientras
sus manos casi acariciaban el muslo de Spike cuando limpiaba la herida y él, dócil,
la dejaba hacer. No pudo evitar pensar que ahora Joyce conocía la verdadera
dimensión de su naturaleza y comprendía por qué Buffy acababa con seres como
él.
Y,
a pesar de eso, ella le estaba curando.
Pasaron un par de horas de tensa ociosidad. La pareja de vampiros seguía fuera, rondando la capilla como un par de fieras que acecharan para caer sobre la presa. Aunque la previsión de Spike parecía correcta: Se limitaban a esperar su oportunidad sin arriesgarse a un enfrentamiento directo. Spike se sentía mejor. Sus tejidos se iban regenerando a una velocidad casi milagrosa. La falta de sangre seguía siéndole motivo de preocupante debilidad, pero el dolor se hacía más soportable y su pierna mejoraba a ojos vistas, hasta el punto de que poco después consiguió ponerse en pie y algo más tarde, se sintió incluso capaz de andar apoyándose en el hombro de Joyce.
- ¿Qué vamos a hacer, Spike?
- Esperaremos nosotros también al amanecer.- Joyce le miró confundida. A primera vista no parecía un gran plan, pero se guardó muy mucho de expresar ningunaoposición. Confiaba en Spike. Tampoco tenía otra. El vampiro, contra su costumbre, se dignó explicar las razones de su decisión.- Ahora no podemos hacer nada y cuanto más tiempo pase, más fuerzas recuperaré. Además, si se acerca el alba, ellos también son más vulnerables. Quizás decidan abandonar antes y si no... será el momento de intentar algo.
- Entiendo.- El asentimieto de Joyce suponía una total aceptación de las decisiones que tomara Spike; sin embargo estaba preñado de angustia. Joyce, como él, era plenamente consciente de lo dificil que estaba poniéndose la situación. Spike intentó desdramatizar.
-
Hoy nos vamos a perder Pasiones, ¿eh?
Joyce
sonrió.
-
Me
conformo con verlo mañana.
-
De
acuerdo, lo tomo como un reto personal. Pero sigue en pie la apuesta sobre si
Shirley se acuesta o no con el vecino. Estoy seguro de que ésa la gano.
-
Me
encantará pagártela, te lo aseguro. –Joyce titubeó un poco antes de
acometer un asunto al que llevaba tiempo dando vueltas.- No sé si vamos a
morir, Spike, pero... quiero que me hagas un favor.
Spike
la miró sorprendido. Subrayó su mirada inquisitiva y ligeramente expectante
enarcando su ceja izquierda.
-
¿Yo?
¿A usted?
Joyce
cayó de pronto en lo equívoca que resultaba su frase. Se ruborizó como una
colegiala.
-
No...
no quiero decir que... – tartamudeó.- Lo que te iba a pedir no tiene nada que
ver con...Oh, Dios mío, ¡no es lo que estás pensando!
-
Yo
no estoy pensando... – mintió Spike. Luego, divertido, la miró desafiante-
¿Tengo que pensar algo?
-
¡No,
por supuesto!
El
vampiro rió a carcajadas y su risa disolvió el azoramiento de Joyce que,
finalmente, se encontró dibujando ella también una sonrisa.
-
Eres
malvado, Spike.
-
Eso
lo sabe todo el mundo, Joyce –ratificó él, dedicándole un guiño cómplice.-
Pero que conste que si mi maldad no persiste por ese camino no es porque no la
considere muy atractiva.
El
halago provocó una nueva sonrisa agradecida de Joyce. La verdad, no entendía
por qué Buffy siempre estaba rezongando contra Spike, a ella le parecía
un chico encantador y cuanto más lo trataba, más se reafirmaba en esa opinión.
En cualquier caso, el tiempo apremiaba y no quería perderse en requiebros.
-
Necesito
contarte algo.
-
¿Cree
que soy el más adecuado para las confidencias? Generalmente se me considera un
tipo del que nadie se puede fiar. Quizás Giles…
-
No.
– Negó tan categóricamente, que se sintió obligada a dar una explicación
difusa- Con Giles me resultaría embarazoso hablar.
Spike
la miró y algo semejante a la sorpresa cruzó su mirada. Pero no dijo nada. Se
limitó a asentir.
-
Ah.
Fue Joyce ahora la que se quedó con la boca abierta porque era evidente que Spike había comprendido la causa de su apuro en intimar de nuevo con Giles. ¿Cómo lo haría? O era increíblemente perceptivo e inteligente o tenía algún tipo de magia vampírica que ella desconocía. El hecho era que aunque ahora quizás debería sentirse incómoda porque alguien más sabía que se había acostado con el Vigilante. Pero en realidad, no le ocurría. Seguramente porque Spike era lo suficientemente depravado como para que al lado de los suyos, su “pecadillo” pareciera insignificante. Sí, definitivamente los monstruos tenían ciertas ventajas como confidentes. Aunque probablemente no era por eso, sino por la actitud de Spike: no juzgaba, no hacía comentarios, sólo escuchaba. Joyce le agradeció infinito que a ella la dejara al margen de sus acerados sarcasmos. Era como si tuviera una bula especial con el vampiro, un privilegio del que nadie más disfrutaba y que la hacía sentir relajada en su compañía.
-
Además, tú eres más fuerte que Giles. Me parece que no bastará con libros.
Si es necesaria la violencia, tú podrás defenderlas mejor.
-
¿Defenderlas?
-
A Buffy y a Dawn, a mis dos hijas; pero sobre todo a Buffy. Su vida suele ser más
peligrosa.
La
voz de Spike se volvió muy seria, cuando un momento después decidió
responder:
-
Suponiendo que yo pudiera hacer algo, no creo que Buffy me aceptara como su
protector.
-
Pero
tú lo intentarás. Lo sé. Sé que tú no la abandonarás, ¿verdad? – Spike
guardó silencio y Joyce se sintió obligada a sincerarse aún más.- Sabes que
me han hecho unas pruebas. Los médicos dicen que está todo bien, o eso es lo
que me cuentan a mí. –Sonrió.- Seguramente son sólo nervios y mi mente
calenturienta, pero… me siento intranquila.- Joyce se decidió a afrontar la
angustia que le atenazaba desde semanas atrás, hundiendo su mirada en los
serenos ojos azules de Spike- ¿Crees que puede ser una premonición? Yo nunca
he creído mucho en esas cosas, pero, claro, tampoco creía en vampiros y
monstruos… Dime, Spike, cuando vas a morir ¿lo sabes?
- Mi muerte fue un tanto… precipitada. Y además, en el fondo, creo que yo la busqué. En parte, deseaba morir. – Eso era otra sorpresa. ¿Qué podía haberle hecho tanto daño como para anhelar la muerte. Él quitó hierro a la confesión con una sonrisa.- ¡Una tontería de juventud!
-
A mí me da miedo morir –reconoció Joyce.- Tengo miedo de abandonar esta vida
y dejar a mis hijas. Son tan jóvenes... Buffy es muy fuerte, pero sólo tiene
fuerza física. No es más que una estudiante con demasiadas responsabilidades y
demasiados peligros que afrontar. Cuidará de Dawn, por supuesto, pero a veces
me pregunto si podrá siquiera cuidar de sí misma. Me preocupa. Sí, me
preocupa mucho Buffy.
-
A mí
también.- Joyce le miró interrogante. ¿Era aquélla la forma que tenía Spike
de confortar a una madre angustiada? Pero entonces el vampiro se frotaba el mentón.-
Pega tan duro… -Joyce tuvo que sonreír ante la broma. Spike continuaba:- Le
voy a contar un secreto, Joyce: para mi desgracia no hay monstruo que pueda con
su hija. Creo que acabará con todos nosotros antes de que podamos hacerle ni un
poquito de daño.
-
Spike,
eres un chico estupendo.
- Me temo que tiene un concepto un poco equivocado de mí.
-
Sí,
eso diría Buffy, pero entre tú y yo, los dos sabemos que a veces Buffy es una
cabezota incapaz de reconocer sus errores.- Joyce continauba:- Spike, si
salimos de ésta… quiero que me prometas que vas a cuidar de ellas. Tú
eres muy fuerte y valiente Ya sé que Buffy y tú estáis enfrentados, que sois
enemigos naturales y que siempre os estáis insultando y
dándoos palizas, pero… no creo que la odies tanto… Los que siempre
se están peleando, en el fondo, acaban apreciándose. Como Hank, mi marido, y
yo, no podíamos vivir juntos y a veces me parecía el hombre más irresponsable
e insufrible del mundo, pero tantos años de convivencia, crean lazos. Así que
he pensado que igual tú, quizás también te sientas un poco unido a Buffy; Lo
justo para echarle una mano si tiene problemas –La mirada de Spike se perdió
en el vacío y guardó un extraño silencio, hasta el punto de que Joyce pensó
que quizás lo había ofendido. Tal vez había ido demasiado lejos, Tal vez
estaba forzando al vampiro a comprometerse en algo que repugnaba su naturaleza,
pero… necesitaba encontrar una pequeña seguridad en un momento angustioso de
su existencia. Insistió:- Es que he pensado que en el fondo igual sí la
quieres un poquito, ¿no Spike?
Joyce,
casi con miedo, esperó una respuesta que su interlocutor tardó en conceder.
Finalmente, evitando mirarla, la voz de Spike, intensamente seria, pareció
volver de un abismo y rodó entre el silencio solemne de las ruinas en la noche.
-
Un
poquito, sí.
Callaron
los dos. Spike, por primera vez sombrío además de reservado, se hundió en sus
pensamientos.
¿Qué
si quería a la cazadora? Sólo la cantidad justa de amor para destrozar por
completo su existencia. Mataría y moriría por ella. Literalmente. Ella llenaba
de sed, incendios y sombra sus sueños. Noches pobladas de oscuros destellos, de
la agonía de pétalos deshojados, y cimas de glaciares inalcanzables. Buffy
Summers. Debía de ser como un virus que atacaba a algunos vampiros. En Angel la
enfermedad había hecho estragos y en él, Spike, llevaba un camino semejante,
si no peor. Se suponía
que ellos tenían que odiar a la cazadora, pero,
a saber por qué burla del destino por lo que se veía, a veces había
cambio de planes. En cualquier caso, el Destino o
quien lo hubiera planeado así, o debía de ser un gran bromista o no le
caían muy bien los no-muertos. Ahí estaba Angel con su maldición. Y ahí
estaba él, sólo con mala suerte, o con una buena dosis de estupidez por su
parte, pero los dos enamorados hasta las cachas. Y los dos bien jodidos. Por
Angel no lo sentía, claro, pero por
su parte… Resultaba patético y si no se diera asco, se daría pena. Sí, quería
a Buffy Summers y ese detalle convertía su existencia en una penosa equivocación.
O mejor dicho en una grandísima putada.
“En
cualquier caso, no se preocupe, señora Summers, -dictaminó para sus adentros-
la historia no se va a repetir: no hay ningún peligro de que su hija acabe en
mi cama. Puede estar tranquila”.
Joyce interrumpió su silencio porque necesitaba asegurarse antes de
zanjar la cuestión:
-
Entonces,
Spike, ¿cuidarás de Buffy? ¿de mis hijas?
-
Se
lo prometo.
- Eres una buena persona.
Spike
esbozó una sonrisa desengañada:
-
Hágame
un favor: Guárdeme el secreto. - Sin
embargo, también él tenía sus dudas- Pero…¿cree que es una buena
idea? ¿Cree que puede fiarse de en mí? Si no fuera por el chip…
-
Pero
tienes el chip y quieres a Buffy y eres fuerte. Sin duda, eres mi mejor opción.
-
No
sabe lo que está diciendo, Joyce- replicó con cierta amargura.
- Claro que lo sé. –La convicción de Joyce sorprendió a Spike. Le sorprendió aún más cómo miró al fondo de sus pupilas y pronunció unas palabras rebosantes de sinceridad, que él jamás había esperado.- Confío plenamente en ti.
Ante aquello, Spike se sintió por completo desarmado.Oír aquello era algo que jamás había esperado. Ni de Joyce ni de nadie. Por un momento recuperó aquella lejanísima sensación de cuando el mundo era acogedor y cálido y un niño sensible y tímido recibía amor y caricias de una madre que le sonreía y aseguraba que él era el tesoro más preciado sobre la faz de la tierra. Y el niño lo creía porque la palabra de su madre era la fuerza más poderosa en su universo infantil. Cierta como la luz del sol. ESe sol que ya nunca acariciaba la piel de Spike. al devolverle aquello, Joyce le hacía un regalo de incalculable valor.
- Gracias. Yo... haré todo lo posible por no defraudarla- prometió
Se
acercaba el amanecer. La negrura aterciopelada de la noche estaba dejando paso a
un gris sin matices que cada vez se tornaba más claro. Al este el cielo adquiría
una blancura lechosa, preludio del sol que aún tardaría aún varios minutos en
salir, pero que ya se anunciaba próximo.
- Bueno, se acerca el momento. Pronto tendremos que actuar. Si jugamos
bien nuestras cartas, podrá ponerse a salvo Yo saldré primero y procuraré
mantenerlos ocupados un rato. En cuanto vea el camino libre, reúnase con Dawn.
Y esta vez, Joyce, por favor, obedézcame: corra hacia la cripta y no mire atrás.
- Pero
¿y tú?
-
Usted
encárguese sólo de ponerse a salvo y no se preocupe por mí- Intentó
tranquilizarla- Además, seguro que no hay motivo para inquietarse: Ésos son
los esbirros de Harmony. Por fuerza tienen que ser lo
más inútil del submundo. Yo valgo bastante más que ellos y lo consideraré
una ofensa, si no lo piensa así.
-
¿Por
qué haces esto, Spike?
-
¿Esto?
¿A qué se refiere?
-
A
arriesgar tu vida por salvarnos.
-
Pues…
creo que está muy claro, señora Summers, porque si les pasa algo, su hija la
mayor hará en mí demostración de su habilidad con la estaca.
A
Joyce aquello no le sonó del todo convincente. Quizá era que ella se negaba a
ver lo evidente o que no estaba tan acostumbrada a tratar con vampiros
depravados como su hija, pero había algo en Spike que le resultaba muy conocido
y que finalmente, había conseguido identificar: era la negativa adolescente a
mostrarse vulnerable, la necesidad de aparentar ser dueño de la situación y
enmascarar los sentimientos con sarcasmos.
Spike se acercó a la puerta. Oteó el exterior y calculó, por última
vez, la distancia y el tiempo que tardaría en llegar hasta los vampiros
apostados fuera. Joyce comprendió que en segundos se libraría la batalla
decisiva.
-
Ahora daría cualquier cosa por unas caladas a un cigarrillo –murmuró Spike
para sí.
-
A
mí no me molesta que fumes.
“Pero
al parecer a otras personas sí.”– Pensó Spike.
-
Me
ha desaparecido el tabaco, así que me tendré que aguantar –se limitó a
decir. Sin más, retiró la madera que hacía de puerta y avanzó, cojeando,
hacia sus oponentes.
Nada
más verlo, los dos vampiros se pusieron en guardia. Si tuvieron un momento de
vacilación, la notoria cojera de Spike y su aspecto
demacrado y doliente, los envalentonó lo suficiente como para hacerle frente.
El vampiro rubio avanzaba despacio, tomándose su tiempo, calculando por
dónde le iba a llegar el primer ataque.
Como había supuesto, fue simultáneo. La pareja de vampiros cruzaron una mirada de inteligencia y se lanzaron contra Spike cada uno por un flanco distinto. Perfecto. Era la oportunidad ideal para Joyce. Además, el sol estaba saliendo y -Spike lo sabía de sobra- sus primeros rayos creaban una ancha franja de luz que cruzaba ante la entrada de su cripta. Era el camino ideal para Joyce, tan protegido como si la mismísima guardia a caballo de Su Graciosa Majestad estuviera allí para escoltarla.
Se concentró en su parte, que era sencilla. Encajó un par de golpes,
cayó al suelo, recibió una patada en las costillas y aguantó otros dos puñetazos
que le hicieron dudar si no sería que el tiempo retrocedía y el cielo se cubría
otra vez de estrellas.
Entonces la chica se inclinó sobre él para pegarle en el rostro. Aunque
débil, Spike estaba demasiado curtido en peleas como para perder aquella
oportunidad. Aprovechó el momento de más precario equilibrio de la mujer y con
su pierna izquierda trabó las de ella que cayó a su lado. Lanzó un puñado de
tierra a los ojos del varón y en el desconcierto que había conseguido crear,
logró ponerse en pie. Descargó contra la vampiro una patada sin mucha fuerza
(Su pierna no estaba para alardes) y se encaró con el otro dispuesto a no
desperdiciar la breve igualdad de fuerzas que había conseguido imponer. Avanzó
contra él con una serie de puñetazos seguidos que lo hicieron retroceder hasta
el límite del sol y la sombra. Su enemigo cayó al suelo y reculó unos metros
hasta que su brazo quedó fuera de la zona de oscuridad. Un alarido inhumano
salió de su garganta al tiempo que unas columnillas de humo se elevaban de su
cuerpo. El chasquido de la piel chamuscándose que acompañó al olor
inconfundible de la carne quemada aumentó su terror. Cuando quiso escapar de la
luz, volvió a encontrarse con los puños de Spike que de nuevo lo enviaron a
seguir tostándose bajo la luz rosácea del amanecer. Incapaz de pensar en otra
cosa que no fuera escapar de aquella tortura, el vampiro se puso en pie y se le
vino encima buscando protegerse entre las sombras. Si hubiera tenido una estaca,
habría sido muy fácil acabar con él, pero sólo con las manos desnudas, Spike
prefirió dejar que huyera y reservar sus últimas fuerzas para la vampiro que
había derribado anteriormente. No fue necesario. Al contemplar lo que le había
ocurrido a su compañero y comprendiendo que habían perdido definitivamente la
presa, ella también desistió. Volvió la espalda y echó a correr en busca de
un lugar donde refugiarse hasta la noche en lo más profundo del cementerio.
Spike estaba molido. Despacio, se volvió a mirar la entrada de su cripta. Separado de ellas por la frontera infranqueable que imponía aquella restallante luminosidad, vio las caras serias de Dawn y Joyce que habían asistido al desenlace de la pelea con el corazón encogido. Spike les sonrió. Podía sentirse orgulloso. A pesar de las dificultades, había conseguido salvarlas. La cazadora no podría quejarse de él.
Joyce
llegó hasta él cargada con su gabardina y una manta.
- ¿Le he dicho ya, señora Summers, que me encanta cuando me desobedece?
-
He
supuesto que lo de no preocuparme por ti no rige cuando los vampiros ya han
desaparecido.
Spike se cubrió con la manta y se dispuso a emprender su última
renqueante carrera del día.
Cuando, con partes ya algo humeantes, se lanzó de cabeza a la acogedora
oscuridad de su cripta, se encontró con que Dawn, después de abrazarse a su
madre, se le echó también encima con la emotiva espontaneidad que sólo una niña
podía poner en su comportamiento. Spike, tan inhabituado a aquella efusividad,
se quedó sin saber como reaccionar. Luego, se le puso una sonrisa tonta y, le
acarició un poco torpemente la cabeza, dejándose achuchar hasta que
fingidamente protestó:
-
Bueno,
bueno…que me vas a asfixiar. A ver si después de deshacerme de esos inútiles,
una pequeñaja como tú me va a dejar sin respiración.
-
Buffy
dice que tú no tienes respiración.
-
Buffy
no sabe ni la mitad de lo que debería sobre mí. Y tú no tienes por qué ir
tan de listilla como tu hermana.
Se les acercó Joyce, por primera vez también relajada y contenta al
verse los tres finalmente a salvo.
-
Spike
tiene razón, Dawn. Deberíamos dejarle un poco tranquilo para que se recupere.
-
Por
lo menos -ratificó el vampiro-, voy a cambiarme de pantalones. Éstos los tengo
empapados en sangre. Pero lo primero es alimentarme. Necesito meterme en el
cuerpo toda la sangre que he perdido.
Cogió del frigorífico un par de bolsas de oscuro líquido que se llevó
bajo el brazo hacia el sótano, la parte más privada de su morada. Joyce tenia
dudas de que pudiera arreglárselas con tan parcos medios.
- Tu
herida era muy seria. ¿No tienes un botiquín?
- ¿Un botiquín? – Spike la miró con cierta sorna. Si no fuera por el dolor que aún le atenazaba y por el respeto que le merecía Joyce, le habría preguntado si a continuación le iba a pedir también un molde para puding o una vaporetta. En lugar de eso, se limitó a negar.- No se preocupe, Joyce. Si no nos desintegramos, los vampiros nos recuperamos pronto. De todas formas, puede hacer vendas rompiendo una sábana. Están ahí. Y yo me encargo de administrarme el mejor desinfectante: búrbon, aplicado por dentro y por fuera.
Unos
minutos después Joyce, cargada con una buena cantidad de vendas, un recipiente
de agua tibia y la petaca de whisky, pedía permiso para entrar al sótano.
Spike estaba sentado sobre una lápida donde acababa de apurar la última bolsa
de sangre.
Mientras
limpiaba su herida y le vendaba, Spike pidió:
-
Joyce,....
no le diga a Buffy que no he sabido defenderlas.
-
¡Pero
si nos has salvado la vida!
-
Una
noche sitiados por una panda de vampiros, varias peleas y figurar como plato
principal de la cena de esos bastardos no creo que la cazadora lo considere la
velada ideal para su madre y su hermana. Seguro que ella no estaría muy
contenta con cómo han rodado las cosas esta noche. La conozco y sé
perfectamente las cosas que me diría. Quiero decir que… ya tiene suficientes
problemas y no serviría de nada aumentar sus preocupaciones. No deberíamos
angustiarla con algo que ya ha acabado y no ha tenido trascendencia. - ¿A quién
quería engañar? Spike bajó la guardia y optó por la sinceridad.- No soportaría
darle otro motivo para que me desprecie más.
Joyce lo miró intentando descifrar el enigma que Spike empezaba a ser
para ella. Asintió.
-
De
acuerdo. Y me encargaré de que tampoco Dawn diga nada.
-
¿Cómo
lo va a conseguir?
-
¿Ocultarle
algo a su hermana? ¡Lo hará encantada! – Casi había acabado. Joyce Recogió
los trapos enrojecidos mientras él se levantaba para ponerse los pantalones. -
Spike… ¿no has pensado en dar un nuevo rumbo a tu vida?
-
¿A
mi no-vida, quiere decir? ¿Algo así como ir a “Vampiros Anónimos” o a la
“Asociación-De-Demonios-Que-Quieren-Deja
-
No
te burles. Ya sé que los consejos de los mayores siempre os parecen ridículos
a los jóvenes, pero…
-
No
diga eso, Joyce, técnicamente, usted es mucho más joven que yo.
-
Spike
¿nunca hablas en serio?
- Al contrario, siempre digo la verdad.
En
aquel momento, entró Dawn.
-
Mamá,
ahora que ya no hay vampiros, ¿puedo salir a por Bolita? De pronto he recordado
que lo dejé en la capilla y estará asustado.
-
¡No!-
Joyce cruzó una mirada rápida con Spike. Luego, intentó una explicación para
su negativa demasiado impetuosa.- No te preocupes por él, Dawn, seguro que
vuelve solo cuando le apetezca.
-
Pero
si es muy pequeñ... – De pronto Dawn comprendió. Miró a Spike, que le
sostuvo la mirada en silencio. Él no iba a mentir.- ¿No va a volver, verdad?
-
No.
Joyce
sentía que tenía que explicarle a su hija que sacrificar a Bolita había sido
inevitable, que Spike no tenía la culpa, que a veces la vida exigía dolorosas
decisiones… pero también intuía que aquello era algo entre Dawn y Spike, una
niña encariñada con una mascota a la que acababan de matar y un vampiro que
para sobrevivir tenía que defraudar a una niña. Triste. Joyce, como Spike, temía
una penosa reacción de dolor, furia, protestas o llanto.
Sin
embargo, Dawn no hizo nada de eso. Bajó la cabeza, intentando que los otros no
repararan en el brillo de sus ojos y se dio unos segundos para conseguir que su
voz, un poco enronquecida, consiguiera articular una frase en tono muy bajo:
-
De
todas formas, era un gato estúpido. Me arañaba.- Se dirigió despacio hacia
las escaleras de salida, sin que Spike ni Joyce supieran hacer otra cosa que
mirarla en un silencio lleno de
respeto.
Pero cuando iba a salir, Dawn se detuvo. Lentamente, regresó junto a
Spike para dejar a su lado el encendedor y el paquete de tabaco, que había
sacado de uno de sus bolsillos.
-
Me...
lo he encontrado.
-
Gracias.
Dawn,
en voz casi inaudible, añadió:
-
Gracias a ti. Por salvarnos.
Eran
ya las primeras horas de una mañana radiante. Buffy no tardaría en llegar a
recoger a su familia. Dawn había subido para esperarla y en el sótano volvían
a estar Spike y Joyce solos. Una ojeada alrededor desvelaba un panorama
desolador. Estaba todo revuelto, los pantalones sucios de Spike hechos un ovillo
en un rincón, vendas manchadas de sangre, la petaca vacía y las bolsas de plástico,
restos de su alimentación, esparcidos sobre un par de tumbas. El vampiro se
puso cansadamente en pie.
-Tengo
que limpiar todo esto. Si Buffy lo ve, sabrá que ha habido problemas…
-
No te preocupes. Yo lo haré.
-
La verdad, le agradezco la ayuda.
Si la cazadora lo encuentra así, no me perdonará que hayan estado en
peligro.
-Me
parece que exageras. Entenderá que las cosas a veces se complican. Conozco a mi
hija y Buffy es una chica… considerada.
A
Spike le entró la risa.
-
Quizás sea considerada con el resto del mundo. Puede que usted conozca a su
hija, pero le aseguro que yo conozco a la cazadora.
Entre los dos tardaron poco en adecentar el sótano. Seguía siendo oscuro y húmedo, pero parecía más o menos ordenado y, sobre todo, no quedaban pruebas comprometedoras. Justo a tiempo.
-
Llega
Buffy- les avisó la voz de Dawn desde arriba.
Comprobaron
con una mirada nerviosa alrededor que todo estuviera bien. Aparentemente así
era: en orden, más o menos limpio, las vendas metidas en una tumba bajo una
pesada lápida y sin restos apreciables de violencia. Casi parecía la casa de
una apacible familia. De pronto, Joyce, advirtió:
-
Spike,
tu camiseta. Está llena de sangre.
Spike
justo tuvo tiempo de arrancársela y lanzarla debajo de un pesado mueble antes
de que la puerta de la cripta se abriera dejando paso a Buffy, de cuyo brazo se
colgaba Dawn mimosa. Antes siquiera de saludar, los ojos de la cazadora se
abrieron de estupor ante la visión de su madre, que la recibía con una sonrisa
algo nerviosa y un envarado Spike de torso desnudo que además acababa de
reparar en que tenía mal abotonada la bragueta.
-
¿Qué…
qué… ?- balbuceó
Spike
improvisó.
- Eee..Estábamos jugando al streap-poker. ¿Sabes que tu madre juega muy bien?
Joyce
le miró horrorizada, pero inmediatamente reaccionó y fingió abotonarse ella
también los puños de su blusa.
- ¡Mamá!
-
¿Qué quieres, Buffy? No tienes ni idea de lo aburrido que es pasar dos días
encerrada en una cripta sin nada que hacer. Y Pasiones
sólo dura una hora.
-
¿Te
unes a la partida, cazadora? –Spike había recuperado su sonrisa más odiosa,
Buffy le fulminó con la mirada. Un brillo maligno bailaba en los ojos de Spike
y aquella sonrisa burlona, de satisfacción que Buffy conocía bien porque era
la que Spike lucía cuando había conseguido algo placentero o malvado o
largamente deseado. O simplemente cuando sabía que estaba consiguiendo molestar
a la cazadora. El gesto de satisfacción, los labios de Spike, su madre… ¡NO!
Sin responderle Buffy se acercó a Joyce, quizás olvidando que por muy bajo que
cuchicheara, el aguzado oído de Spike oiría perfectamente su conversación
-
Mamá,
tú y Spike ¿no….? ¿verdad?
-
Ay,
Buffy, por favor, qué cosas me preguntas
-
Pero…
¿no?
Recogieron sus pocas cosas y poco después las tres mujeres se preparaban para
abandonar el cementerio y regresar a su casa. Spike recuperaba la exclusividad
de su cripta, pero se dijo que, siendo sincero y a pesar de los problemas, la
experiencia no había estado tan mal. Sin duda era mejor la convivencia con
Joyce y Dawn que con Harmony. Incluso era menos caótica que con Dru. No es que
las fuera a echar en falta, pero… no le habría importado prolongarlo un poco
más.
Al
marcharse, Spike le revolvió el pelo a Dawn, ella fingió enfadarse y le llamó
“demonio incordiante”, Spike le dijo que “las mocosas no podían ofender a
los demonios” y acabaron medio peleándose, pero los dos sonreían
abiertamente, lo que hizo pensar a Buffy que las cosas eran muy raras últimamente
en esta dimensión. Más raro le pareció aún que, cuando Joyce se acercó al
vampiro para despedirse, éste se inclinó para besarle galantemente la mano.
-
Ha
sido un placer, Joyce.
Joyce
le dedicó una sonrisa traviesa y le guiñó un ojo a escondidas de Buffy, antes
de responder, con mucha dignidad, la frase ambigua que iba directamente dedicada
a su hija
-
El
placer ha sido mío, Spike.
Mientras se alejaban del cementerio, Buffy no podía dejar de pensar en la duda
que la corroía. Desde luego era imposible, de todo punto, simplemente im-po-si-ble.
No es que ella pensara ni por un momento… pero ¿por qué estaba Spike medio
desnudo con su madre cuando los encontró? Era desde luego una tontería sobre
la que más valía ni siquiera volver, porque seguro que había una buena
explicación que.. ¿streap póker?
-
Oye,
mamá, lo de Giles ya fue bastante terrible. Dime que con Spike no ha pasado
nada.
Pero
Joyce se había propuesto no sacarla de dudas.
-
Hija,
es que… te relacionas con unos hombres tan mayores y tan atractivos…
Reconoce que son más apropiados para mí que para ti.
- ¡Mamá!- Lo tenía decidido. Mataría a Spike. Definitivamente, tenía que matarlo. Un día de estos.