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LA SEÑORITA LILITH TIENE FRÍO

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Praga, 1998.

 

Una figura vestida de negro subía las solitarias escaleras del metro. La luz mortecina se aliaba a la monótona megafonía recomendando en un idioma desconocido las advertencias habituales (Cuidado con el cierre de las puertas, orden en las entradas y salidas de los vagones…). Cuando salió a la noche exterior apresuró aún más el paso. Llegaba tarde. El reloj de la Plaza de la Ciudad Vieja daba en aquel momento las doce, seguro que ante un coro de turistas boquiabiertos, aunque desde aquellas callejuelas laterales él no podía verlos. La rememoración de sus compatriotas ebrios, vociferantes y vulgares acentuó su mal humor. Inevitablemente, recordó lo que consideraba mejor olvidar: Últimos dos minutos de un partido de brega y fuerza. Pocas jugadas brillantes y justo empate que les permitía pasar a la siguiente ronda. Y entonces, en una jugada insulsa cerca del área, aquel árbitro imbécil había señalado mano del defensa, algo que nadie más había visto. Penalti a segundos del final. Silencio clamoroso en las gradas y estallido de entusiasmo inmediatamente después. Spartak de Praga 1- Manchester United, 0. ¡Y el Manchester eliminado! Un verdadero robo. Spike había considerado seriamente ir al vestuario del árbitro y hacerle una visita, pero finalmente decidió que no merecía la pena.

Se le hacía tarde para encontrarse con Dru, así que atajó por callejas poco frecuentadas por los turistas para no retrasarse demasiado. Drusilla había preferido disfrutar de una apacible representación del afamado teatro de marionetas checo, mientras él se enfurecía en el estadio. Algo sobre la Creación, creía recordar Spike. En cualquier caso, prefería no dejarla demasiado tiempo sola. Drusilla sabía cuidarse, desde luego, pero era inestable como un polvorín junto a un incendio. Era mejor estar cerca de ella, si la quería controlar un poco. O intentarlo.

 

Finalmente, llegó hasta el café de Mala Strana donde habían quedado. Pronto reconoció entre la multitud su melancólica figura de espaldas. Cuando se volvió, Dru le recibió con una sonrisa a la que Spike correspondió con una caricia y un demorado beso:

-   Parece que te ha gustado el teatro de marionetas. – Comentó él. En la silla que estaba vacía junto a la de Drusilla, había una hermosa muñeca. De abundante y rizado cabello negro, vestía un largo vestido de terciopelo granate, que guardaba cierto sorprendente parecido con el de Dru.- Tienes una nueva amiga.

-   Sí, es la señorita Lilith. La he salvado. ¿Conoces su historia?

-   Lilith… -Spike rebuscó en su memoria- La Reina de la Noche, probablemente la madre de los vampiros. Yaveh la creó para dársela como mujer a Adán, pero a pesar de su belleza, ella era un ser malvado y oscuro, así que no parecía una opción apropiada. Dios tuvo que dar marcha atrás y hacer algunas modificaciones en sus planes. El segundo intento, Eva, parece que resultó mejor. – Se lo pensó - O quizás, tampoco, visto el final de la historia.

-   ¿Por qué Adán la abandonó, Spike? –preguntó Drusilla como una niña afligida con el triste desenlace de un cuento.

-   Probablemente Adán encontró más encantos en Eva. – Rectificó:- Aunque creo recordar que fue Lilith quien lo abandonó a él para unirse a las huestes de Satanás y seducir a los hombres con su belleza diabólica. O sea, que Lilith descubrió cosas más interesantes que hacer que retozar aburridamente en el paraíso y se buscó su propio camino. Desde entonces los hombres deberíamos saber que una mujer hermosa puede llevarnos al infierno. –Despreocupadamente, ratificó: -Creo que me cae bien Lilith. – Cambió de tema- Además de salvarla, supongo que has comido. Yo sin embargo, tengo hambre. Sólo me he cruzado con hoolligans borrachos. Nada apetecibles. Veré si hay algo comestible en la barra.

 

Mientras Spike se alejaba, una pareja se acercó silenciosamente a Drusilla.

 

II

 

La figura más baja, una chica rubia, se había plantado ante Drusilla y la miraba como si no pudiera escapar a una mágica fascinación. De pronto, pareció reparar en la muñeca que estaba junto a ella. Sin decir una palabra, la muchacha alargó la mano y la cogió. Drusilla se levantó majestuosa y exigió:

-   Devuélveme a la señorita Lilith.

La chica retrocedía mientras negaba con la cabeza, sin que sus ojos dejaran de clavarse en el rostro enigmático de la vampiro. Drusilla avanzó en busca de su preciado juguete, hasta alejarse unos metros del bullicio del café. Ni siquiera prestó atención al hombre joven y fornido que escoltaba a la chica. Estaban ahora en la boca de un callejón oscuro los tres solos, pero Dru no tenía miedo. Sabía que los patéticos humanos no eran enemigos para ella. Podía desmembrarlos como a sus muñecos en un instante, si era su capricho. Extendió la mano en un gesto imperioso más claro que cualquier orden. Sin embargo, la muchacha no obedeció. Apretó contra su regazo a la muñeca mientras una lágrima resbalaba por su mejilla. A su espalda, el hombre había sacado de entre sus ropas una ballesta, tan pequeña que parecía casi de juguete.

-   Pagarás por lo que has hecho, maldita zorra. – gritó.

Drusilla ni siquiera prestó atención a que alzaba el arma y apuntaba contra ella. Su obsesión era, por encima de todo, arrebatarle la muñeca a la muchacha y contra ella se dirigió. En aquel momento por la otra parte de la calle apareció Spike. Arremetió contra el hombre y, sin dejarle reaccionar, en décimas de segundo su dentellada le seccionó la yugular. Manchado de sangre, se volvió justo a tiempo de ver cómo la joven intentaba huir de Drusilla. Desgraciadamente para la muchacha, en su ruta de escape estaba Spike. La interceptó con facilidad, haciendo inútiles sus desesperados pataleos por debatirse de los brazos del vampiro. Pero su final no iba a estar allí. La ética del cazador exige ceder la presa a quien la ha levantado.

- Para ti, Dru.

Spike lanzó a la muchacha con tal fuerza contra el pavimento que quedó conmocionada a los pies de Drusilla. Sólo entonces, Spike se dio cuenta de que su compañera se tambaleaba.

- ¡Gatita…!- Se acercó junto a ella y la ayudó a sentarse en el escalón de entrada de una casa. Pronto vio el pequeño dardo que había traspasado la tela de su vestido sobre el hombro derecho. Era una herida demasiado superficial y en un zona poco vital por lo que sólo cabía una explicación para el estado de Dru: veneno. Spike rasgó la tela, arrancó el dardo, y se inclinó sobre el blanco seno para chupar la sangre emponzoñada. La escupió tres o cuatro veces sobre el pavimento húmedo de bruma queriendo asegurarse de la eficacia de su acción.

- ¿Estás bien, cielo? –La sombra de la preocupación oscurecía su voz.

   - Tengo frío, Spike.

   Le colocó su abrigo negro sobre los hombros e intentó confortarla con una sonrisa.

-   Las noches centroeuropeas siempre son frescas.

-   La señorita Lilith…- Spike recogió la muñeca del charco donde había ido a parar y se la entregó a Drusilla- Está mojada. Ahora tendré que lavarla y cambiarle de ropa o se pondrá enferma.

Drusilla parecía bastante recuperada. Se puso en pie y, aún vacilante y con Lilith en brazos, se dirigió hacia la muchacha que la había atacado. Ella también había empezado a recobrarse y ahora, al ver avanzar amenazante a Drusilla, intentaba escapar arrastrándose por el callejón. Obsesionada por la oscura figura femenina que se le acercaba, la chica ni siquiera reparó en que Spike, tras registrar al hombre que la acompañaba, estaba ahora a su lado. Inquietantemente serio, la inmovilizó y con un movimiento tan rápido que no le dio tiempo ni de gritar, le rompió el cuello. Dru protestó

-   Dijiste que era para mí, Spike. No me has dejado jugar.

-   Lo siento, amor, pero creo que tenemos prisa. Y yo estoy hambriento. ¿Quieres?

Dru negó enfurruñada. Los colmillos de su compañero se hundieron en el delicado cuello que se inclinó sobre el hombro masculino como un niño dormido.

   Escasos instantes después, Spike dejó caer el cuerpo exangüe sobre los adoquines húmedos.

-   Y ahora vamos.

-   ¿Adónde?

A la pregunta de Drusilla, Spike exhibió la documentación que había cogido al cadáver del hombre.

- A buscar quién ha enviado a estos dos. Ambos tienen el mismo domicilio, quizá fueran pareja. Otra pregunta es por qué te han atacado, pero a averiguar eso supongo que tú misma me podrás ayudar. ¿Me puedes decir con quién estaba la señorita Lilith antes de que tú la “salvaras”?

Drusilla no contestó. Esquivó la mirada y gimoteó:

-   Oh, Spike, estoy tan cansada… Y tengo mucho frío.

-   Lo siento, cielo. Pronto estarás bien, te lo prometo. Pero dime ¿a quién le has quitado la muñeca?

-   No sé quién era.

Spike suspiró. Tratar con Dru exigía altas dosis de paciencia, aunque él estaba acostumbrado.

-   Seguro que puedes darme alguna pista. ¿Era un hombre? ¿Una mujer? ¿Qué aspecto tenía? ¿Edad?

El delgado dedo de Drusilla señaló a la muchacha muerta.

-   Se parecía a ésa. Estaba detrás de las bambalinas, después de la representación. Intentaba encerrar a la señorita Lilith en una caja.

-   Una terrible equivocación, sin duda alguna. Y supongo que ni tú se la pediste de buenas maneras, ni ella te la entregó amablemente.

Drusilla negó

-   La maté.

III

 

  Cruzaron el Puente de Carlos y recorrieron calles casi vacías hacia la ciudadela. Al final llegaron al Callejón del Oro. Junto al famoso barrio donde los alquimistas enanos habían buscado afanosamente transmutar los metales en oro para Rodolfo II, al abrigo de los muros del imponente Castillo de los Habsburgo, encontraron la dirección que buscaban. Se trataba de una casa modesta, de dos plantas. Arriba seguramente estaba la vivienda, pero abajo había una tiendecita de marionetas. Aún brillaba una luz en el taller donde un viejo artesano barnizaba la última de sus creaciones. El hombre se movía torpemente apoyándose en unas muletas.

Ante la puerta, Drusilla vacilante, tuvo que apoyarse en Spike. Fue entonces cuando el artesano se percató de su presencia y les animó a pasar:

-   Adelante.

Su sonrisa amable se le heló en los labios al comprender la naturaleza de sus visitantes. En cualquier caso, la invitación no era necesaria: una tienda era un lugar público. El brazo de Spike enlazó a Drusilla por la cintura y la ayudó a entrar junto a él, cerrando la puerta a sus espaldas.

-   ¿Qué queréis?

La voz del viejo traslucía claramente la angustia que le atenazaba. Spike, como de costumbre, tomó la iniciativa y la palabra:

- La pregunta es qué queréis vosotros. Qué impulsa a un estúpido y miserable ser a desafiar fuerzas que le superan.

El hombre ni siquiera pareció haberle oído

-   ¿Qué habéis hecho con mis hijas? ¿Y con Franz?

-   ¿De verdad quieres que te lo cuente con detalles? Estamos aquí, así que ya sabes qué les ha ocurrido.

El viejo se derrumbó en una silla, incapaz de soportar el golpe demasiado brutal, como una de sus marionetas a la que le hubieran cortado los hilos que la sostenían. Drusilla se acercó, reclamando la atención de Spike.

-   Spike,... la señorita Lilith tiene frío. Yo también tengo frío.

El anciano levantó la vista hacia ella, al principio llena de un cansancio infinito, después con odio:

-   Esa muñeca era la favorita de mi Lisa. Decía que era mi mejor creación, la que hice con más cariño. ¡Y ahora tú la infectas con su contacto y mi Lisa no volverá! Ni Franz, ni Emma... Malditos seáis. Ese frío no se te quitará nunca. Sólo cuando desaparezcas en la nada, lo que será pronto. Estás condenada. Al menos me alegro de que Franz haya conseguido...

Spike lo golpeó con fuerza en la cara. El pobre hombre cayó de su silla y cuando se levantó torpemente, un hilillo de sangre resbalaba de su nariz hacia la comisura de sus labios. Miró con orgullo a su agresor.

-   No te tengo miedo, demonio.

-  Pues deberías.

El viejo tenía desde luego carácter. Le mantuvo firme la mirada e incluso se permitió una medio sonrisa sarcástica cuya tristeza quedó acentuada por la línea de sangre que surcaba su rostro.

-   Estás en Praga. El Golem, los alquimistas, Cagliostro, el gueto… Los judíos aquí estamos acostumbrados a tratar con monstruos como tú, y con otros de peor calaña aún.

Spike supo que aquello iba a ser difícil. No podía matarlo porque necesitaba que hablara antes y dudaba mucho de que sólo con amenazas consiguiera sacarle la información.

         - Dime cómo puedo curar a Drusilla y quizás te conceda una muerte más dulce que la de tus hijos.

-   Está irremediablemente perdida. Morirá. Bueno, acabará de morir de una vez y  desaparecerá finalmente la persistente ofensa contra Dios que es su existencia.

Spike lo empujó contra la pared

-   Y tu miserable vida también.

-   Mi vida no vale nada. Me lo habéis quitado todo.

Spike miró la fotografía de una boda que, junto a otras láminas humildes, presidía la pared del taller. Era reciente porque desde entonces apenas había variado el aspecto de los personajes: la novia –desconocida para Spike, aunque no para Drusilla- sonreía del brazo de su reciente marido, el mismo que en aquel momento yacía en la húmeda noche praguense a pocos metros de la otra muchacha que en la foto se giraba hacia el viejo con quien guardaba un asombroso parecido. Ciertamente, tenía razón el viejo artesano: dos hijas, un yerno… demasiadas pérdidas para una sola noche. Pero en la fotografía había alguien más. La muchacha que les había atacado en el café, sostenía en brazos a un niño recién nacido.

-   Quizás aún tienes algo que perder, abuelo.- Spike se volvió hacia su amada- Dru, antes te he estropeado la diversión, pero quizás si ahora buscas por la casa, puedas encontrar alguien con quien jugar.

-   ¡El niño no está aquí! –lo dijo tan rápido que Spike comprendió que el suyo era un acierto pleno.

-   Dru, tráelo, por favor. Jugaremos juntos.

Cuando salió y los dos hombres quedaron solos, se midieron en silencio como dos púgiles calculando las posibilidades de derrotar al contrario. Fue el viejo el primero en hablar:

-   ¿Por qué no me matas y te vas? Ella también morirá y eso no va a cambiar, hagas lo que hagas. De hecho debería estar ya muerta. La has salvado sólo de momento. El veneno es imparable. Por muy pequeña que sea la dosis que tenga en su cuerpo, hará su efecto. Tardará más, pero es inevitable, así que lo más práctico sería que te marcharas. Eres un vampiro sin sentimientos. Ni te importo yo ni te importa ella.

-   Te equivocas. Tú me vas a ayudar a salvarla porque a ti sí te importa tu nieto.

 

IV

Drusilla regresaba entonces con un asustado niño de unos tres o cuatro años fuertemente cogido de la mano.

-   ¿Verdad que es un niño muy guapo, Spike?

-   Sí, un angelito. – Spike clavó su mirada penetrante en el anciano: - Sería una auténtica pena que le ocurriera algo malo

Una lágrima resbaló por la ajada mejilla del hombre, al tiempo que suplicaba:

-   No me lo matéis también.

La voz de Spike era tan pausada, que causaba escalofríos.

-   Quizás podamos hacer algo diferente. Quizás podamos incluso darle vida después de la muerte.

Los ojos del anciano se abrieron de  terror.

-   ¡Por favor, no!

-   Entonces busca algo que intercambiar. Si has conseguido el veneno, puedes lograr también el antídoto.

-   Yo no puedo salvar a tu amiga.- La desesperación del anciano era tan auténtica que Spike comprendió que decía la verdad. El dolor que le atenazó se transformó en una cólera ciega. Cogió al niño y lo levantó bruscamente sobre su cabeza. Lo acercó ante los aterrados ojos de su abuelo. Se acercó sujetándolo con una mano

-   ¡Se está acabando el tiempo y mi paciencia!- El niño había empezado a llorar y eso, junto a la violencia de Spike, la mirada ausente de Drusilla y la angustia del anciano, hacía que la dramática escena cobrara tintes de pesadilla. Como si fuera un balón, Spike volvió a lanzar el niño a Drusilla, quien lo recogió como si se tratara de una de sus muñecas. – Tú lo has querido, viejo. Dru se divertirá con él y yo no voy a mover ni un dedo para impedírselo.

-   Espera…- Suplicó. – Yo no puedo hacer nada, pero quizás haya una forma…

-   ¡Habla!

-   Nuestro rabino. Es quien elaboró el veneno para defendernos de los vampiros. Él es un hombre sabio. Conoce los arcanos de los antiguos, la kábala y otras artes ocultas a los ignorantes. Se dice que el propio rabino Low, el que nos protegió creando al Golem, era de su familia y transmitió sus secretos a sus descendientes …

-   Menos cháchara.

-   Si alguien sabe cómo curar ese veneno, será él, que lo ha destilado. Haz que mi nieto vaya a buscarle.

-   Sólo quieres salvar al niño.

-   Sí, pero te digo la verdad. Sé que si te miento, te vengarás de una forma terrible. Deja marchar a mi nieto y luego podrás matarme a mí, e incluso al rabino, si no te satisfacen sus respuestas.

 

 

Pasó algo más de media hora. Spike había accedido a la propuesta del viejo. No tenía otra opción. Así que el niño, convenientemente aleccionado por su abuelo, había ido en busca del rabino con la orden expresa de que éste viniera solo y rápido.

Spike se aburría. Drusilla se aburría más, aunque acunar a Lilith en su regazo parecía entretenerla de momento. El viejo esperaba hundido en sus meditaciones en un rincón. Quizás rezaba.

-   ¡Condenada noche! Tenía que haber empezado por matar al árbitro.- La inactividad y el silencio enfurecían a Spike.  Lanzó un taburete contra la estantería donde se alineaban las humildes marionetas que cayeron ruidosamente amontonándose en desorden sobre el piso- Pero ¿dónde diablos vive tu maldito rabino? ¿En las afueras del infierno?

En aquel momento, se abrió la puerta. Otro anciano, con sombrero negro, ropas también oscuras y aspecto aún más digno que el del dueño de la tienda, apareció recortándose contra la sombras de la noche.

-   ¡Finalmente! –Spike le recibió con una exagerada reverencia.- Adelante. El hombre santo, supongo. Muchas virtudes, pero la puntualidad no está entre ellas, ¿eh?

El rabino ni siquiera le miró. Evidenció su desprecio dirigiéndose directamente al viejo artesano.

-   Isaac, tu nieto me ha pedido que te ayudara, pero no sé si voy a poder hacerlo.

-   ¡Oh, sí! Claro que vas a poder- interrumpió Spike-. Por la cuenta que te trae. A ti, a él, al mocoso y a todo el resto de este apestoso barrio.

El rabino le miró serenamente:

-   Deberías marcharte mientras estás a tiempo. Concretamente tienes una media hora. El tiempo de que los nuestros se organicen y vengan para incendiar esta casa, como les he ordenado.

Aquello iba en serio. Pero Spike también.

-   No me iré sin Dru. No la voy a abandonar y os aseguro que no me importa cuántas de vuestras miserables vidas tenga que destruir para conseguir el maldito antídoto.

-   Por supuesto, puedes matarnos a Isaac y a mí, pero no podrás acabar con todos los judíos de Praga. Ni siquiera Hitler pudo.

-   ¡Maldita sea! ¿Por qué siempre os tomáis las cosas como algo personal? Bastaría con ser razonables y darme lo que os estoy pidiendo. Una buena pelea, vale, es divertido. No viene mal un poco de acción, pero ¿por qué tengo que perder el tiempo torturando a un par de viejos decrépitos? Me cansan las sesiones de tortura, me aburren las charlas que no llevan a ninguna parte y todos estaríamos mucho mejor viendo la tele. – Spike empezaba a estar desesperado- Ah, y a diferencia de los nazis, yo no tengo nada contra los judíos. Con vosotros al menos nos evitamos las cruces, el agua bendita y esas cosas desagradables. Y vuestro cementerio aquí es muy hermoso.

-   ¡No profanes nuestras creencias con tus ironías, demonio! No te burles de lo que está muy lejos de tu capacidad de entendimiento.

-   ¡Ya estamos otra vez con el maldito tema de que soy inferior! Puedo enviaros a la muerte con un parpadeo y lo sabéis.

-   Sí, somos más débiles, más frágiles y quizás también menos inteligentes. Pero quizás acabes pareciéndote a nosotros. Esa será tu condenación.

  Empezaba a oírse ruido en el exterior: pasos apresurados, gente – poca de momento- que se estaba congregando en las proximidades  y cuchicheaban a prudente distancia. Era sólo cuestión de tiempo que fueran más y el número les envalentonara. Spike se maldijo por su estupidez. Él solito se había metido en la ratonera y ahora no sabía cómo salir de ella. Drusilla intervino

-   Spike, ¿por qué no acabamos con ellos de una vez? No nos van a dar lo que queremos. Lo buscaremos nosotros mismos en otra parte, y si no...

No había otro sitio donde buscar. Spike lo sabía y no se resignaba a marcharse con las manos vacía. Decidió que era el momento de lanzarse un farol. Se encogió de hombros.

-   De acuerdo, Dru. Pero empezaremos por él- señaló a Isaac.

Drusilla se acercó con una sonrisa. El viejo tenía temple, pero no pudo evitar retroceder amedrentado. No le sirvió de mucho. Drusilla le alcanzó y le arrancó de las manos las muletas en que se apoyaba. Cayó al suelo. Entonces Spike lo alzó, lo tiró contra la mesa y con un movimiento rápido le rompió el brazo izquierdo. El grito de dolor de su amigo hizo palidecer al rabino. Drusilla había cogido una de las sierras de la carpintería y se acercaba lentamente. Spike comentó:

-   A Dru le encantan los muñecos, pero siempre acaba rompiéndolos. Se marchitan sus plantas, se mueren sus mascotas, ... ¡Terrible!

El rabino se interpuso entre Drusilla y su víctima suplicando:

-   Por favor, tened compasión.

Spike sonrió.

-   Mucha dignidad, pero poco estómago, ¿eh? Bueno quizás haya llegado el momento de negociar en serio.

-   No. –El rabino bajó los ojos, a punto de inundársele de lágrimas. Spike se situó junto a él, mientras indicaba con la mano a Drusilla que se detuviera.

-   Te lo voy a poner fácil – Comprendió que tenía que aprovechar el momento de debilidad- El trato es éste: uno, me dices cómo sanar a Dru y, dos, nos ayudáis a escapar de esos incendiarios. Y nadie sufre más daños. Por mi parte, considero suficiente el cupo de muertes para esta noche.

-   No puedo dejar indemnes a dos monstruos que ya han matado a tres inocentes y que seguirán atemorizando a nuestros hermanos.

-   Sobre los tres inocentes, de dos al menos doy fe de que tenían garras afiladas. Y respecto a lo del peligro para los tuyos... nos iremos de Praga, palabra de boy-scout. – El rabino le miró estupefacto. ¿Le estaba tomando el pelo? Sin embargo, a pesar de lo absurdo del comentario y del sarcasmo habitual, la cara del vampiro rubio destilaba algo semejante a... la sinceridad. El rabino sería un hombre sin duda muy íntegro y honorable, pero como jugador de póker resultaba un desastre. Sus pensamientos eran transparentes y Spike podía leer en su cara como en un libro abierto. Aprovechó la vacilación para remachar:- Claro que si quieres que Dru siga haciendo prácticas de carpintería...

-   Si os vais sin causar más daños, os diré lo que sé pero el antídoto no puedo fabricarlo yo. No está en mi mano.

-   ¿Qué significa eso?

-   Significa que tendréis que conseguirlo vosotros mismos.

-   ¿Cómo?

-   Siempre hay que volver al Génesis. Todas las respuestas están siempre en el principio. Busca a quien le dio una vez esa existencia mezquina que arrastra, porque sólo la sangre donde estuvo el origen puede proporcionar la perduración.

-   ¡Lo que me faltaba! Noche de adivinanzas. Me aburren los enigmas.

Dru, soñadora, murmuró:

-   Angel, mi sire. Su sangre fue mi origen.

Spike comprendió que tenía razón. Las premoniciones y la intuición de Dru nunca fallaban y aquello tenía sentido. Pero si había algo que no quería hacer, era volver a los tiempos de competencia con Angel. Y mucho menos, dejar que Dru se acercara otra vez a él. En cualquier caso volvía a estar sin más opciones. Estaba harto de que aquella noche le marcaran los pasos uno por uno, obligándole a recorrer un camino que no quería andar. Desfogó su ira con un puñetazo contra la mesa que estuvo a punto de destrozarla.

-   De acuerdo, de acuerdo. Iremos en busca de Angel. Y- añadió para sí- si hay suerte, le sacaremos hasta la última gota. ¿Con eso la salvaré?

-   Necesitarás saber las palabras. Todo es siempre cuestión de palabras. Pero yo no conozco el ritual.  No forma parte de mi religión. Tendrás que buscarlo tú.

Spike aseguró:

-   Lo haré. Aunque tenga que ir por ello hasta el mismísimo infierno.

-   Exactamente hasta allí tendrás que llegar. Al lugar por donde habla y vomita sus abominaciones el Averno.

-   ¿El lugar por donde habla y vomita? – Era tan absurdo que Spike se permitió un sarcasmo- ¿Hablamos de una boca?

-   La Boca del Infierno. Pero os advierto: si vais allí, será vuestro fin. Tú lo perderás a él, maldita bruja. Y tú, - la mirada fosforescente del rabino taladró a Spike- tú lo perderás todo. Estallará de dolor tu interior. Pero sobre todo, perderás tu corazón. Y tú mismo estarás perdido.

Las palabras eran tan impresionantes que por un momento consiguieron sobrecoger a Spike. Después sus labios dibujaron lentamente una sonrisa gélida, mientras murmuraba:

- Sea. – Pausadas y desafiantes, dejó él también rodar sus palabras: - Iré al infierno, aunque creo que es mi hogar desde hace ya un siglo. Descenderé a sus horrores y me perderé en su laberinto si es necesario, pero salvaré a mi Reina de la Noche.

   

Epílogo

 

Meses después, acompañado de Drusilla, Spike llegó a la Boca del Infierno y lo saludó como su “dulce hogar”. Allí encontró respuestas para sanar a su dama: la sangre de Angel fue suficiente para que Spike cumpliera su palabra de devolverle la salud.

Pero también el rabino tenía razón. La Reina de la Noche abandonó a su rendido amor. Tiempo después, Spike estallaba de dolor cada vez que intentaba agredir a aquellas penosas criaturas humanas. Por entonces, una nueva Eva le arrebató el corazón y, absolutamente confuso y perdido, deambuló entre dos mundos, sin que ni siquiera el infierno quisiera acogerle entre los suyos.

 

 

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