JOYCE
(5 X15)
Los tacones de Joyce avanzaban con seguridad por la acera repicando con su rítmico latido en la tranquila noche californiana. Aún bastante lejos de casa, empezó a buscar las llaves en su bolso. Era una precaución a la que se había acostumbrado porque sabía de sobra que en la ciudad de los doce cementerios a veces tocaba correr. Sin embargo, esta vez lo hizo inconscientemente, olvidada de todo temor. Iba abstraída y su atención se condensaba en el aroma de los jardines, las calles recién regadas y la confortable calidez de la noche.
Con todo, años de convivencia con Buffy le habían enseñado a no pasar por alto ningún detalle imprevisto y bastó el confuso movimiento de una sombra para alertarla. Sin querer aún preocuparse, aceleró el paso. Entonces, ya cerca de su porche, la sombra se materializó ante ella saliendo de detrás de un árbol.
-
¡Oh, Spike! Casi me has asustado.
-
Casi.- El vampiro, sonriente, movió la cabeza con cierta
sorna- Nunca lo consigo del todo con usted.
Joyce echó
de nuevo a andar, dejándose acompañar por Spike.
-
Vuelve pronto a casa -comentó él de forma nada inocente.
Joyce sonrió. Sabía que Spike empezaría a tomarle el pelo en cuanto le diera oportunidad. Aquel tono entre cortés y burlón era sólo el preludio.
-
Mañana hay que trabajar.
Spike asintió y, en el breve silencio que siguió, le
hizo una rápida y exhaustiva radiografía del vestido nuevo, el perfume que había
estrenado y los tacones un poco más altos de lo normal.
-
¿Primera cita? –aventuró.
La sonrisa
de Joyce se hizo más abierta, pero no respondió.
-
Humm – Pese al aparentemente comedido silencio, la
expresión de él se teñía de una ironía que era todo un reto. Joyce,
divertida, cedió:
-
¿Qué?
-
¿Así que es usted una chica de las de “no en la primera
cita”?
-
¿Te parece mal? –preguntó ella también con cierta
picardía.
-
¡Ni hablar! Póngaselo difícil a ese capullo.
-
¿Capullo? Ni siquiera lo conoces.
-
No. Pero no tengo que conocerlo para saber que no está a
su nivel. Tendría que ser un tipo excepcional para estarlo.
-
Gracias.
Spike metió las manos en los bolsillos mientras seguía andando a su
lado.
-
Me parece bien que no se lo deje fácil. El tipo tiene
mucha suerte, así que… no estará de más que se esfuerce un poco. – En un
tono aún más distendido, prometió:- Y si no lo hace, si no la trata
suficientemente bien,… me encargaré personalmente de que lo lamente.
Joyce rió, halagada por la atención de Spike, a pesar de su protesta:
-
¿Qué eres, Spike? ¿Un caballero andante protegiendo
doncellas? No creo que sea necesario.
-
¿No? Lástima, sería un placer.
-
Te lo agradezco, pero creo que esta vez no tendrás que
molestarte.
-
¿Molestia? ¿Hacer sufrir a un humano, volver a ser malo,
quizás derramar un poquito de sangre? Reitero: ¡sería un placer!
Joyce renunció a regañarle. Spike le hacía reír y se sentía tan cómoda
a su lado que era capaz de perdonarle cualquier cosa. Además, necesitaba un
poco de bromas. Últimamente habían sido malos tiempos: su enfermedad, la
angustia de la incertidumbre, la preocupación por Dawn, más perseguida aún
que Buffy,… Cenar con un hombre y luego, pasear tranquilamente escoltada por
Spike y reír con sus bromas le hacían olvidar los malos ratos pasados. Quizás
había aún quedaba alguna posibilidad de ser feliz.
Como si él supiera en qué estaba pensando, o quizás por pura casualidad, comentó:
-
Está especialmente bonita esta noche, Joyce.
Bonita.
Joyce se llevó instintivamente la mano al pelo. Había crecido ya desde la última
intervención, pero aún a veces seguía sintiéndose tan insegura como cuando
necesitaba cubrirse con el pañuelo… Spike no había dicho elegante o
distinguida o ninguna de esos adjetivos neutros especializados para halagar a
mujeres maduras o más bien a sus atuendos. Había dicho bonita. Y después de
los años de vida doméstica cuidando de sus hijas, después de la enfermedad
que le había impuesto crudamente la conciencia de la edad y de la fragilidad de
su cuerpo, que Spike la llamara bonita le pareció el mayor piropo que podían
dedicarle. En su corazón sintió un repentino agradecimiento hacia el vampiro.
De
pronto se encontró sorprendida de sí misma ¿Estaba sintiéndose halagada
porque un demonio la encontraba atractiva? Bueno, se dijo, seguramente aquel
demonio había tenido entre sus brazos las mujeres más hermosas de Europa, así
que no era del todo injustificado su orgullo.
Entre tanto, Spike se había alejado unos pasos. Cuando regresó, traía una
rosa que acababa de arrancar.
- Cortesía del Ayuntamiento de Sunnydale – le ofreció, pero antes de que Joyce la cogiera, Spike la detuvo:
-
Espere- Cuidadosamente, le quitó un par de espinas antes
de volver a entregársela- Mejor evitamos ver sangre –comentó con una sonrisa
un tanto irónica.
En un instante a Joyce se le desbocó el pensamiento imaginando cómo sería que Spike la lamiera despacio, sentir su lengua sobre la piel, los afilados colmillos penetrando en la carne y encontrarse a su merced entre los brazos del vampiro.
Se obligó a volver a la realidad o Spike acabaría advirtiendo su rubor.
-
¿Qué haces por aquí? – Nada más hacer la pregunta, se
dio cuenta de lo absurda que era. ¡Cómo si a Spike se le fuera a pasar por
alto su confusión y como si hiciera falta preguntarle por qué rondaba la casa
Summers!
-
Estaba esperando a Buffy. Quiero decir que... he visto unos
demonios... A veces le traigo información que le interesa.
Joyce
le miró casi con pena. Recordaba cómo semanas atrás se había escandalizado
con la noticia. Saber que tu hija suscita la pasión de un asesino depravado no
es como para celebrarlo, pero hoy era una noche especial y ya no le parecía tan
terrible. Quizás era su propia cita o experimentar en sí misma qué importante
es la ilusión y la pasión para sentirse vivo, o quizá el afecto que siempre
Spike le suscitaba. O quizás era que había bebido algo más de lo habitual. En
cualquier caso, esta noche se sentía mucho más clemente hacia el vampiro
rechazado. Habría sido un asesino, pero… era Spike. Lo conocía desde hacía
años. Casi lo sentía parte de la familia. De pronto se le ocurrió que estaría
bien compartir un café caliente, unos dulces y un rato de charla. Como en los
viejos tiempos.
-
¿Quieres...? –Se detuvo en seco al recordar que Willow
había hecho el conjuro desinvitador y que ella misma se había opuesto a que
Buffy diera más confianzas a Spike. Al mismo Spike que, él sí, las había
acogido en su cripta cuando necesitaban refugio. Bajó la cabeza un poco
avergonzada.- No, nada.
Habían
llegado al dintel de la puerta y Spike comenzó la despedida.
-
Bueno, no quiero molestarla más. Querrá descansar.
-
¿Vas a esperar a Buffy? Quizás tarde – advirtió ella.
-
Esperaré un rato. – Se encogió de hombros- No tengo
otra cosa que hacer.
Joyce
abrió la puerta. Iba a entrar pero se volvió, el ceño fruncido de una forma
que a Spike le pareció encantadora. Era el mismo gesto de Buffy cuando se
enfadaba, pero la cazadora siempre se enfadaba de verdad. Joyce, sin embargo,
parecía más bien preocupada, reticente, como si le diera casi vergüenza
afrontar algo que sin embargo sintiera su deber hacer.
-
Spike … - El vampiro la miró tranquilo, esperando que ella tomara la
iniciativa. Su ceja se enarcaba interrogante, en un gesto de muda atención y
Joyce, de pronto sintió una gran ternura por él, la sensación de que le debía
algo, no sabía qué, la necesidad de acoger al cachorro descarriado que siempre
se queda al otro lado de la puerta.
-
Spike, tú... Buffy…
-
Sé lo que va a decir. No hace falta. Ya me lo digo yo.
La
piedad se le entreveró con el cariño a Joyce, sintiendo que su corazón
maternal deseaba acoger también al joven rubio. Alargó su mano y le acarició,
como a veces lo había hecho con sus hijas. Como alguna otra vez lo había hecho
con el propio Spike. Él recibió la caricia con una mirada confiada.
-
No me gustaría que lo pasaras mal –musitó la mujer.
Spike volvió
a sonreír.
-
Cualquier cosa se puede arreglar con unos caramelos.
Joyce
acompañó su sonrisa esta vez con una ligera melancolía. Spike. ¡Quién le
iba a decir que estarían hablando tranquilamente como dos viejos amigos en el
porche, cuando lo conoció y estuvo a punto de abrirle la cabeza con un hacha!
-
Bueno, hasta mañana.
-
Hasta mañana.
Joyce
entró en la casa cerrando la puerta tras ella. Dejó el bolso, se quitó la
chaqueta y fue a la cocina para poner en agua la rosa de Spike. Luego volvió al
salón y se sentó en el sofá. Decidió que esperaría ella también levantada
a su hija mayor. Fue a poner la tele, pero de pronto se sintió mal. Quizás
podría pedir ayuda a Spike. Seguro que si le llamaba, él la oiría con sus
privilegiados sentidos. No podría entrar, pero… En realidad, no merecía la
pena. Seguro que si descansaba un poco, volvería a encontrarse bien. Se recostó
sobre el sofá. Sólo sería un momento.
FIN
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