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Los amores de Buffy

 Érase una vez una chica que quería encontrar un chico normal y tener una vida razonablemente feliz con una familia como las demás.

Las cosas iban más o menos bien al principio. En el instituto era popular y a Xander, por ejemplo, se le caía la baba cada vez que la veía y le entraban sudores fríos si consideraba la posibilidad de invitarla al baile. Pero, claro, a Xander eso le pasaba con todas y, además, aparte de a Willow, ¿a qué chica le interesaba la existencia de Xander?

Luego, junto con el duro oficio de cazadora, conoció a su gran amor. Desgraciadamente, no sólo era un vampiro, sino que, además, tenía alma y eso significaba que podía perderla. ¡Verdadera mala suerte, el único en el mundo por aquel entonces y le toca a ella! Y va y se enamora sin remedio de aquel ser que, cuando era bueno, era imposible y cuando era malo, más valía estar lejos.  Que la única opción con tu amor sea matarlo no favorece mucho las posibilidades de futuro. Intentaron ser buenos amigos, sólo amigos, pero eso –Spike se lo advirtió- era aún más imposible.

Cuando Angel  se fue, apareció Parker, éste sí un chico normal.

¿Todos los chicos normales tienen que ser unos perfectos cabrones? No hay estudios al respecto, pero Parker lo era. Buffy se mereció con creces las carcajadas de Spike sobre cómo había caído como una pazguata en el falso rollo “sensible” de Parker. Claro, que como Spike llevaba del brazo entonces a Harmony, tampoco estaba él muy legitimado para reírse de las elecciones amorosas de los demás.

El tercero definitivamente sí. El tercero fue un tipo estupendo, humano y todo. Un buen chico de Iowa que la amaba de verdad. Una pena que, aparte de pertenecer a un grupo militar ultrasecreto que intentó matarla –Spike seguía carcajeándose sobre su habilidad con los novios-, acabara sustituyendo a Buffy por otras emociones de pago y abandonándola en mitad de la noche.

Y con el cuarto, Buffy batió todos los récords. No sólo repitió los errores ya cometidos (volver con un vampiro), sino que consiguió una edición muy ampliada de sus pasadas equivocaciones. Esta vez fue a dar con un mal bicho, un degenerado especialista en cambiarse de bando y desvelar sin pudor lo que nadie estaba interesado en ver. Una cosa buena: Spike dejó de reírse. Más que nada porque estaba muy ocupado en la delicada labor de mutua destrucción a que ambos se dedicaron. Como correspondía a la más demencial de sus relaciones, la cosa acabó del peor modo: tras el descenso a la degradación, una ruptura traumática y un intento de violación.

 

Ésa es una forma de contar la historia.

Hay otra.

 

Érase una vez una chica que se salía de lo normal porque fue Elegida para salvar el mundo. Su heroica tarea la hacía brillar y quienes la conocían, como Xander, no podían escapar al deslumbramiento que su fulgor provocaba. Xander no consiguió el corazón de Buffy, pero sí un lugar siempre a su lado. Se convirtió en su hermano, su amigo, quien desdramatiza y quien le apoya incondicionalmente, con los pies en la tierra, un sano sentido común y la devota valentía que sólo los seres anclados en la realidad, saben ofrecer.

Pronto, en su dura tarea de salvación de la Humanidad, apareció un angel misterioso que la amó con toda su alma. Hasta el punto de perderlas a las dos: primero a su alma y a ella después, porque la mayor prueba del amor de Angel fue renunciar a Buffy, dejarla libre por si había alguna remota posibilidad de que, lejos de él, pudiera encontrar la felicidad.

Entonces Buffy se entregó a Parker. El chico no estuvo a la altura y la historia fue un lamentable error, afortunadamente breve. Pero, a pesar de todo, aún equivocándose, Buffy conoció entonces el “esplendor en la hierba”, la ilusión romántica del amor adolescente que hasta aquel momento se le había negado. Acarició un sueño, y creyó que los días eran más luminosos. Con la fragilidad del aleteo de una mariposa puso su corazón en alguien... y se lo rompieron. O quizás no. Parker no podía ser tan importante. Era sólo un episódico guaperas, tan obtuso que ni siquiera se dio cuenta de la joya que tiraba al fango. Hay imbéciles que desprecian un diamante, pero el diamante sigue brillando, mejor aún si no está en manos indignas.

Y llegó Riley, él sí perfectamente consciente de la valía de su amada. La amó cuando la creía una universitaria más y la admiró cuando la supo superior a él: más fuerte, más poderosa... menos enamorada. Riley se entregó por completo y la quiso por completo. Porque la quería, igual que Angel, acabó tomando la misma decisión que el vampiro: Angel se fue porque Buffy le amaba demasiado y tenía que liberarla de su presencia. Riley lo hizo porque ella no le amaba lo suficiente. Los dos, dolorosamente, le regalaron la libertad.

Y la cuarta historia, la más oscura, será con Spike. Encuentros sexuales clandestinos y vergonzantes, violencia, lujuria, desesperada necesidad uno de otro. De Spike sólo puede conseguir lo que él es: dolor, oscuridad, lucidez, pasión. El vampiro le ofrece lo único que puede darle: un cuerpo muerto en el que intentar calmar la insaciable sed de sentirse viva. Pero su amor es tan radical que cuando eso no sea suficiente, Spike dejará incluso de ser lo que es para intentar darle a Buffy lo que merece.

 

Pobre Buffy, sus cuatro historias amorosas suman cuatro fracasos.

O quizás afortunada Buffy, que tan intensa y generosamente ha sido amada.

 

Todos los cuentos tienen versiones diferentes. Elegid la que más os guste.