SPIKE Y DRU
Pese lo que pese a los Spuffys, Spike primero fue de Dru.
Desde mi punto de vista, Spike y Drusilla conforman la pareja más original y
rompedora del Buffyverso. Mucho más que la de Tara-Willow, tan apacible en su
cotidianeidad; más que la de Angel-Buffy, tan romántica y elevada. Quizá sólo
equiparable en tintes oscuros a la turbia pasión que une a Spike (de nuevo Spike)
con Buffy. Con su alegría de no-vivir, su despreocupada amoralidad, y también su
tierna vulnerabilidad, Dru y Spike despliegan su maldad y exhiben un amor a
contracorriente que se salta todas las normas y para ellos (sobre todo para él)
se convierte en razón esencial de su existir.
Hay una imagen casi emblemática en el capítulo donde hacen su primera aparición
en la serie (Hard school, Terror en el instituto, 2x03). Spike irrumpe en
la reunión del Ungido y los demás vampiros de Sunnydale y poco después aparece
Drusilla. Él la acoge con la delicada atención que siempre le dedica. Se
acercan, sus rostros se aproximan, parece que van a besarse... y de pronto los
dos vuelven sus cabezas hacia cámara en un gesto inesperado. Inesperado y
fuertemente perturbador porque es como una burla insultante a los mirones que
les contemplan. Drusilla siempre es más enigmática, pero sobre todo la expresión
de Spike, provocador, irónico, es un anticipo de lo que nos espera.
¿A quién dirigen su mirada? Probablemente al espectador, que a partir de ahora
asistirá desconcertado a las acciones de ese erróneo “big bad” impredecible y
seductor. Pero también podemos considerar el efecto que deben de causar en la
asamblea de vampiros que los observan atónitos. Sabíamos desde hacía mucho
tiempo que los vampiros no tienen sentimientos… salvo Spike y Dru. (Y un lejano
traidor llamado Angel) Tiene mucho de provocación el beso público de esa pareja
ante sus congéneres, pero no por lo que supone de exhibición desinhibida de
lujuria -Todo vicio y maldad es justificable en las criaturas diabólicas que son
los vampiros, y especialmente la lujuria, pues el vampiro ha sido símbolo de la
perversión sexual desde que Bram Stoker lo hizo triunfar en la reprimida
sociedad victoriana-. No. Ante los vampiros, el beso no es obsceno por su
sensualidad, sino por lo contrario, por la exhibición de sentimientos que
expresa entre los seres sin alma, ausentes de humanidad, que se supone que son.
La mirada irónica y perversa de los dos es, primero, la comprobación triunfal
del efecto perturbador que causan los dos enamorados en la estupefacta asamblea.
Y después, la demostración de que ser motivo de escándalo sólo les importa en la
medida en que les divierte. Desde ese momento, afirman que ellos van por libre y
que no se limitarán a engrosar el coro de los desorientados herederos del
Maestro. Con ese gesto Spike y Dru asientan su propósito de dictar ellos ahora
las normas. Unas normas totalmente al margen de lo habitual entre vampiros y que
se basan en la diversión ante todo, la mutua dependencia y la exaltación del
placer. “Menos rituales y más diversión”
Juliet y su Romeo del lado oscuro han paseado por todos los continentes su
pasión depravada y ahora llegan a Sunnydale con la firme intención de implantar
una nueva forma de entender la no-vida . Esa pareja de asesinos locos,
licenciosos y perversos, los Bonny and Clyde de los vampiros, aparecen como un
vendaval que arrasa con todo lo viejo. Su mera presencia proclama que algo va a
cambiar radicalmente en el submundo. El tiempo enmohecido y siniestro instaurado
por el Maestro ha llegado a su fin. La irrupción hedonista y sensual de la
atractiva pareja barre hasta el mero recuerdo de su decrépito antecesor tan
rápida y eficazmente como se deshacen de su heredero, el Ungido. Y los
boquiabiertos vampiros de Sunnydale –y el espectador con ellos- tiene la
sensación de que “ahora empieza de verdad lo bueno”. Átense los cinturones, que
vamos a despegar.
Jamás es nada en el Buffyverso como pensábamos que iba a ser. No vamos a contar
lo que ya todos sabemos: que la terrible y maléfica pareja acabará siendo
bastante menos terrible que otros “ángeles” más cercanos, que el camino de
Drusilla se separará pronto del de Spike y que éste iniciará un errático viaje a
su propio interior que acabará descubriendo en él facetas impensables.
Eso será más adelante, pero en la segunda temporada y buena parte de las
siguientes, Spike y Dru, en su oscuridad, representan la imagen inversa de otras
parejas más luminosas (especialmente Buffy y Angel, pero también Xander y
Cordelia, Willow y Oz, Buffy y Riley después,... incluso la fugaz relación de
Giles con Jenny Calendar), Precisamente por eso, porque su amor se sitúa entre
las filas del mal y por ello no soporta ninguna cortapisa, es quizás el más
absoluto y libre. Amoral pero intenso. Spike y Dru se definen como los locos
enamorados y, como tales, consiguen que el fulgor de su pasión malévola eclipse
incluso la de los héroes positivos.
Pero en la historia de Spike y Drusilla hay muchas cosas que no son lo que
aparentan. Empezando porque el verdadero amor de Drusilla parece ser Angel y no
Spike. Spike fue un apaño que se consiguió Dru comprendiendo que quedaba sola,
al ser Darla la amante oficial, sire y reina consorte de Angelus. En
compensación, Drusilla decidió que sería suyo “el más inteligente y valeroso de
los caballeros”. Y entonces eligió al pobre poeta William en el callejón
londinense donde lloraba su humillación. Allí nació Spike.
Efectivamente, Spike fue el más devoto de los amantes, el “esclavo del amor”, su
protector, su seguidor incondicional, su compañero en todas las insensatas
aventuras a que se lanzan. Pero Spike siempre siente planear sobre su relación
la sombra desasosegante de Angel. Más peligrosa por la atracción que despierta
en su amada que por el propio interés de su rival. Angel (Angelus, en realidad)
estuvo antes. Fue él quien literalmente volvió loca a Drusilla. Alternando entre
el amor, el odio, la tortura, el deseo, el delirio y la más refinada crueldad,
Angel y Dru mantienen una relación lo suficientemente enfermiza como para que
salpique a Spike. O al menos, para que Spike se sienta siempre al borde del
abismo, compitiendo siempre y a punto siempre de ser postergado. El tema se
desarrolla recurrente en la segunda temporada y las alusiones son constantes
cada vez que los tres personajes aparecen juntos en pantalla: en la escena en
que Drusilla pide a Spike que le deje “jugar” con Angel, torturándolo antes del
ritual que le devolverá la salud; en las alusiones posteriores del torturado
Angel para irritar a Spike sobre la insatisfacción que detecta en Drusilla
-alusiones que ella no niega-; en la humillación constante a que somete Angelus
al inválido Spike; en la “competición” por los regalos que le ofrecen a Dru (Spike,
como cualquier enamorado, una joya; Angelus un corazón ensangrentado)… Siempre
Spike se ve superado y debe tragarse su orgullo ante una Drusilla aparentemente
insensible a su dolor, que presta mucha más atención a la presencia de Angel.
Las relaciones de Spike siempre son enfermizas y perversas, pero probablemente
la causa esté en haber compartido durante más de un siglo su existencia con
alguien tan enfermizo y perverso como Dru. Y a su vez, el origen del sadismo de
Drusilla hay que buscarlo en la concienzuda labor de destrucción espiritual a
que la sometió Angelus. Razones tiene, desde luego, Spike para su constante
relación de odio-celos-rivalidad con Angel, porque Angel siempre va un paso por
delante, arrebatándole todo lo que él desea. Al menos le queda el consuelo de
que se volverán las tornas y también lo más amado por Angel (Buffy) acabará
siendo de Spike. (Una revancha insuficiente porque, si Spike fue primero de Dru,
Buffy fue primero de Angel y en los dos casos el primer amor gravita tanto sobre
el segundo que prácticamente lo imposibilita. La iniciación de Spike a manos de
una perturbada sádica como Drusilla lo marcará tanto que le llevará a entender
su posterior relación con Buffy como una suma de lascivia, sufrimiento y
dominio, algo que ella sólo puede rechazar. Por su parte Buffy, obligada a
reprimir sus impulsos y sentimientos y finalmente abandonada por Angel,
trasladará a Spike esa lección de frustración e inseguridad hasta provocar la
ruptura. Ambos fueron marcados en su primer amor por heridas tan profundas que
decidirán el destino del segundo).
Pero ése no es el tema. Volvamos a Spike y Drusilla. Parece que en esa relación
la clara víctima es Spike, quien se entrega más y quien recibe peor pago.
Parece. Como un perfecto mecanismo de relojería una cosa lleva a otra. La
reiterada humillación de Spike por Angelus, le conducirá a traicionarlo y a
ponerse fugazmente del lado de los scoobies. Todo por llevarse de Sunnydale a
Dru y reconquistarla, pero ella no aceptará esa “reconciliación a la fuerza” y
abandona a Spike. En la tercera temporada, Spike, alcoholizado, guiñapo
abandonado, cuenta a Joyce cómo Drusilla le ha dejado por un demonio. En la
cuarta temporada, la misma historia la repite la siempre poco discreta Harmony.
Y en la quinta vuelve a hacerse mención de la ya famosa infidelidad con el
demonio de astas, sólo que… desde el punto de vista de Drusilla, la historia es
inversa. Las cosas vuelven a no ser lo que parecían. En un flash-back de Fool
for love, se escenifica la situación: Spike sorprende in fraganti a
Drusilla y su amante, pero quien recrimina es ella: justifica su infidelidad
porque, desde su punto de vista, es Spike quien ya no la quiere y afirma que
está obsesionado por Buffy desde que la conoció. En definitiva, el verdadero
infiel es él. Infiel en cuanto a los sentimientos, lo que verdaderamente cuenta
en el “loco de amor” que es Spike. Aunque la consumación física de ese amor
quede aún muy lejos, Spike ha cambiado ya el objeto de su obsesión. Sus “ansias
de amor” ya no residen en Drusilla y eso es algo que no se le puede ocultar a la
perturbada pero profética vampiro. El caballero ha cambiado de dama, aunque aún
ni él mismo lo sepa.
Sin embargo, a pesar de todo, a pesar de las infidelidades, los abandonos y las
traiciones mutuas, Spike y Dru conservan siempre algo que perdura a través del
tiempo y más allá de la pasión. Como buenos amantes que acaban siendo grandes
amigos, compañeros que se conocen a la perfección, se respetan y saben que
siempre podrán contar el uno con el otro. Esa pareja apestaba a humanidad, dijo
el Juez y hay que reconocer que por parte de los dos. Más allá de sus
infidelidades, se mantienen lealtad. Se cuidan mutuamente con una entrega
impensable en una perturbada y en un monstruo de maldad. En Crush, un
Spike en sus momentos más bajos, inofensivo y enamorado despreciado, recibe a
Drusilla, que regresa con la única intención de ayudarle, es decir, recuperarlo
como vampiro. (Algo que, por cierto, no hizo Darla con Angel cuando sufrió la
maldición gitana. Se limitó a abandonarlo.) Sólo a Dru, Spike le hace las
confidencias que ha callado en toda la serie, le habla de su dolor, su
impotencia, su sentimiento de frustración absoluta. Sólo ante Dru desnuda Spike
su rostro vulnerable, ése que tanto empeño pone en ocultar. La decisión de Spike
de encadenar a su antigua amante para demostrarle a Buffy que la ama a ella, no
parece un digno pago a la dedicación de Drusilla, pero desde luego pone de
manifiesto el valor de lo que Spike está dispuesto a sacrificar por el amor a la
cazadora. (La tercera en discordia en la escena es Harmony, la novia oficial del
momento, pero Harmony nunca ha contado en la historia amorosa de Spike.) Al
final, todo queda en nada: las tres mujeres salen indemnes y el episodio sirve
sólo (o nada menos que) para dejar bien clara la opción de Spike que está
dispuesto a renegar de lo más amado de su pasado vampírico por Buffy. (Una Buffy
que no le corresponde y que sólo devuelve desprecio a la peculiar demostración
amorosa).
Al final del capítulo, Dru deja a Spike, quizá para siempre, pero no hay
reproches en la despedida, sólo la lástima sincera de Dru, casi maternal, al
comprender que su “valiente caballero”, no sólo castrado por el chip, sino
destrozado por el amor a una cazadora, ha iniciado un camino tan extraño que lo
conduce a destinos donde jamás ningún vampiro querría ir. “Pobre Spike, -dice-
ahora ni siquiera yo puedo ayudarte” Y Drusilla se marcha sin rencor.
Han recorrido juntos un largo camino, han aterrorizado a los humanos mientras
exhibían su pasión desbordante a lo largo de un siglo y a través de los
continentes, pero ahora comprendemos que ellos, la apasionada pareja de vampiros,
quizás más que enamorados han sido siempre amantes, cómplices, amigos. Y
seguirán siéndolo por encima del tiempo y la distancia.