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EL SACRIFICIO        

 

   Sarah Michelle Gellar dijo estupefacta en una ocasión, a raíz de que el famoso Consejo de Padres “galardonara” a Buffy como la serie más perjudicial para los niños y jóvenes americanos, que ellos eran la serie más moral de la televisión.
            Sin contar con rasgos que a veces destacan por su puritanismo y pudibundez (ninguna actriz aparece con un mínimo escote, la protagonista se pasa media serie en una castidad casi absoluta -¡y qué decir de Angel!-, las acciones malvadas son puntualmente castigadas…), toda la concepción de la serie gira en torno a un concepto entre ético y trágico de la existencia como purificación y destino inapelable. Todo tiene un precio, un precio muy doloroso: el de anteponer las cosas (los principios, el bien común, el deber, la misión…) a las personas. A Buffy se le exige sacrificar al final de sucesivas temporadas a los seres que más le importan: Angel en la segunda, Dawn, en la quinta y Spike en la séptima. No es sólo que en la serie ocurran hechos luctuosos irrevocables (y por cierto, impensables en otras series juveniles) como las muertes de Jenny Calendar, de Joyce o “traiciones” como las de Willow o Giles, sino que los protagonistas son obligados una y otra vez a una elección desgarradora que supondrá la muerte de los seres que más les importan.
            Estas muertes no son casuales o meramente efectistas, sino que tienen un significado más profundo, creo. Son víctimas propiciatorias (en el caso de Angel o Dawn) o “salvadores” como Spike y la propia Buffy cuando entrega voluntariamente su vida en lugar de la de su hermana.
En ATS, Darla también se autoinmola para preservar la vida de su hijo. Otro caso semejante es el de Fred, a quien los héroes deben dejar morir aun teniendo la posibilidad de salvarla, porque lo contrario comprometería la vida de millones de seres anónimos. Se impone así un criterio ético, una exigencia dolorosísima de opción por el Bien. "I´m not good, and I´m ok” decía Spike cuando no tenía alma. Cuando la tenga, ya no estará tan bien. Su existencia se volverá mucho más dolorosa y acabará exigiéndole el propio sacrificio, después de la renuncia continuada que es para él toda la séptima temporada. Otro tanto le ocurre constantemente al atormentado Angel, frente al “feliz” Angelus.
            Me parece que si en BTVS, en efecto, como decía la actriz principal, estos sacrificios tienen un significado profundamente moral (una moral que exige el dolor del héroe), en ATS este imperativo es aún más cruel, porque parece responder a un destino caprichoso encarnado en esos Grandes Poderes enigmáticos, invisibles y bastante impredecibles. Son ellos los que arrebatan a Cordelia cuando Angel está a punto de alcanzar un atisbo de felicidad junto a ella. (¿Son ellos? Nunca acabé de entender ese enredo). Ya he citado la disyuntiva cruel ante la muerte de Fred para dar paso a la divinidad extraña de Illyria. Por supuesto no se puede olvidar la lucha constante y atormentada de Angel, que se convierte en tema básico de toda la serie, pero el primer sacrificado es ya Doyle, un personaje precursor, que prácticamente aparece para señalar el camino al héroe y precederle en su destino trágico. El culmen de esta serie de sacrificios está seguramente en el final de la serie con todos los héroes optando por entregar sus vidas a cambio de causar una muy mal explicada pequeña brecha en las filas del mal que ellos saben que no servirá para nada. Se salven después o no, lo innegable es que es una nihilsta, negativa y muy poco práctica decisión que muestra una cosmovisión oscura donde las criaturas mortales son apenas briznas al capricho de vientos poderosos que las zarandean, pero con la rebeldía y la libertad de hacer de sus fugaces existencias “algo memorable”. Pura épica homérica. Ese desenlace trágico (“abierto” nos dijeron)de los héroes de ATS es la confirmación de la filosofía vital (más bien cabría decir “mortal”) de todo el buffyverso: un sitio donde apenas cabe la felicidad, pero no por casualidad o por capricho de guionistas sádicos, sino por decisión deliberada de unos personajes que pudiendo escapar por la vía fácil, eligen el camino más difícil de la renuncia y la autoinmolación. Eso es probablemente la esencia de la heroicidad, ¿no? O al menos, del héroe trágico. (Porque pese a su arranque como serie juvenil de entretenimiento y “risas”, el buffyverso es muy oscuro y tremendamente trágico, igual que Spike, su emblema quizás que, icnoclasta, hedonista y divertido, acaba convertido en un héroe trágico, cuando nos damos cuenta de que en realidad, esa tragedia siempre lo acompañó desde antes incluso de su conversión, aunque en principio no lo supiéramos.)

            Bien sea en aras de un bien superior (propósito ético-moral, sobre todo en BTVS), bien por rebeldía, bien por sucumbir a un universo sin salida (visión existencial metafórica en ATS. ¡Ciertamente Angel leía La náusea, la biblia del Existencialismo francés!), el sacrificio es un puntal temático de ambas series. Así, bajo la capa de comicidad y ligeras aventuras adolescentes que se presuponía a BTVS, late la angustia. La comedia deriva en tragedia, a medida que las superficiales vidas adolescentes maduran y se oscurecen hasta la última noche lluviosa en el callejón de Los Ángeles.